martes, 14 de abril de 2015

La sierra de Altomira


Hoy vamos a recorrer  la cresta de la sierra de Altomira, también conocida por los paisanos de la zona como sierra de San Cristóbal. De hecho, en uno de los cruces del camino veremos la imagen de este santo incrustada en un monolito. Disfrutaremos de la mejor vista, sin duda la más completa, de los pantanos de Entrepeñas y Buendía, con un regalo en el regato de Bolarque.



Nuestra primera meta es llegar hasta Sacedón y subir, tomando en la primera rotonda de entrada al pueblo  la carretera vieja, el camino de cemento que asciende hasta la imagen del Sagrado Corazón que vemos sobre nuestras cabezas. Subid en coche y dejadle en el aparcamiento que hay bajo los pies de la enorme escultura.



Una vez arriba, ya podemos disfrutar del paisaje de agua, trigos, barbechos, olivos y carrascas que puebla este rincón de la Alcarria. Esa paleta de tonos ocres, azulados y verdosos que tan espléndidamente refleja en sus cuadros el pintor Jesús Campoamor, cuya obra, por cierto, se expone estos días en Guadalajara.  Junto a la tierra, la caprichosa silueta del pantano de Entrepeñas  se nos presenta de una manera única, imprevista, mostrando en toda su crudeza la desecación, por culpa del trasvase Tajo-Segura, de las faldas de los montes que trazan el embalse.



Desde allí tomaremos la pista de acceso, esta vez hacia abajo y andando, y a mano derecha veremos otra pista ancha y perfectamente señalizada que nos conducirá hasta nuestro punto final: la ermita de Nuestra Señora del Socorro.
La “distancia”, en minutos, que separa estos dos puntos es de aproximadamente una hora y cuarto por un camino cómodo, con algún altibajo, pero sobre un firme que perfectamente nos hubiera permitido venir en vehículo… pero no es lo mismo.



La sierra de Altomira es un balcón permanente, primero al pueblo de Sacedón, después a las Entrepeñas y más adelante a Buendía y a las estribaciones de Bolarque. Cada diez minutos exige una parada, de ahí que la hora y cuarto se nos pueda convertir en casi dos horas en el camino de ida, tiempo bien empleado, puro placer.



Sin duda la atalaya más sorprendente la encontraremos al final del recorrido, unos minutos antes de llegar a la ermita del Socorro. El Tajo, encajonado,  convertido en el estrecho pantano de Bolarque, serpentea entre los barrancos de la sierra bajo la mirada atenta del castillo de Anguix, que permanece altivo a pesar de los años. La altura nos permite jugar con los rincones que trazan el agua y la montaña. Todo parece detenerse bajo nuestros pies.


Tras el éxtasis final, nos acercamos  a la ermita de Nuestra Señora del Socorro, un edificio del siglo XVII y un entorno habilitado para romerías, concentraciones de fieles y amantes de la naturaleza. Un lugar perfecto para echar un trago de agua, darle un bocado a una manzana y emprender camino de regreso para llegar a la hora de comer a La Botería.




Dentro en el salón, o en la terraza ahora que llega el buen tiempo, encontraremos el lugar adecuado para el merecido descanso. Empezamos refrescando el gaznate con una cerveza. Las raciones están bien cocinadas. Muy ricas la oreja a la plancha y la ensalada de ventresca con pimientos. Buena carne a la brasa, el pisto excepcional y la quesada de postre casi perfecta. La carta de vinos no es muy amplia pero suficiente, no os despistéis. ¡Al lío!

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