El valle del Badiel es uno de los
rincones más silenciosos de la provincia, y como no podía ser de otra manera,
allí se instaló un monasterio. Hacia él encaminamos hoy nuestra ruta.
Partiremos del pueblo de Ledanca, al que se llega tras coger un desvío en el
kilómetro 95 de la A2. El valle del Badiel es una de esas sorpresas que se
pierden los usuarios de la autovía que no optan por desviarse un par de
kilómetros de la carretera.
Ledanca es un pueblo encajado en
el valle, subido en una loma y cuya estampa nos obliga a parar el coche antes
de llegar para sacar la primera fotografía. En su plaza hay una modesta fuente
del siglo XVIII donde podremos dejar el coche y emprender el camino a pie hacia
la parte baja del pueblo, en dirección a la ermita.
Aquí comienza nuestra ruta.
Tomamos para ello el sendero indicado con una baliza del Camino del Cid situada
en la parte izquierda de la fachada de la ermita. Ya no hay pérdida. Por esa
senda anduvieron las primeras pobladoras del convento benedictino de San Juan,
allá por el siglo XII. Curiosamente fueron monjas francesas, protegidas por un
matrimonio de nobles atencinos. Desde el comienzo, el monasterio tuvo la gracia
de la nobleza castellana y después de la realeza, de manera que su futuro ha
estado garantizado hasta nuestros días. Sorprendentemente hoy viven 19 hermanas
benedictinas, lo que convierte el monasterio de San Juan de Valfermoso de las
Monjas en el cenobio vivo más antiguo de la provincia.
El camino por el valle es cómodo
e invita a la meditación. Caminamos en todo momento junto al río. Su cauce es
estrecho pero la vegetación que nos acompaña es intensa y variada. No
disfrutaremos de grandes vistas ni de amplios espacios, pero sí del continuo
canto de los pájaros en esta primavera exultante.
Nogueras, algún olivo, encinas,
sauces, chopos y arbustos de todas las formas y colores adornan el entorno. Una
fuente a mitad del recorrido nos permite olvidarnos de la cantimplora y hacer
el camino más relajados. En ocasiones, la senda se cubre con las ramas formando
una bóveda que protege nuestro paso. En las tardes de verano, el frescor del
río y la sombra de los árboles hacen de este paseo un privilegio al alcance de
cualquiera.
Cuando llevamos menos de una hora de marcha, y eso tomándolo
con calma, vemos entre los árboles la
silueta del monasterio. Nos acercamos a él por la parte de atrás. Para ello
cruzaremos el río por un puente nuevo que, entre las huertas de un viejo molino
hoy convertido en vivienda, nos acerca a la puerta de entrada del convento. La
mayoría del edificio no tiene nada de medieval. Las numerosas ampliaciones y
transformaciones, sobre todo tras el incendio de 1936, hacen que apenas
conserve vestigios de sus orígenes, salvo la fachada que da al patio de entrada
y la iglesia, cuyo interior está vacío.
Mi recomendación es que antes de
hacer el viaje llaméis al convento (Tfno. 949 285 002). He de reconocer que
siempre he tenido la curiosidad de probar la comida de las monjas benedictinas
de Valfermoso. Para ello hay que reservar con antelación y tener también un
poco de suerte. Normalmente el comedor está reservado a los visitantes que se
alojan en su interior, grupos de oración
y de catequesis, pero nosotros llamamos y comimos.
Os aconsejo que probéis. Disfrutaréis
de un hermoso rincón, como sólo puede verse dentro de un monasterio, y de una
comida sencilla pero natural. Las monjas tienen buena mano, al menos esa fama
tienen en la comarca, pero hay que comer lo que cocinan ese día, no hay carta,
no se dedican a dar comidas, lo hacen por caridad. Mi menú fue a base de
chistorra frita y avellanas de aperitivo, acelgas con patatas, chuletas de
cordero a la plancha y fruta. Hacen carne de membrillo para vender y miel. En
temporada se come lo que tienen en el huerto, pero os puedo asegurar que en
esta ocasión lo de menos es qué comemos sino dónde.
Para regresar, podéis tomar el
camino andado o acercaos al pueblo de Valfermoso, diez minutos andando, y desde
allí un camino os bajará de nuevo a la carretera que lleva a Ledanca. Tenéis
dos opciones, pisar asfalto, no hay
tránsito; o cruzar el río donde podáis, es fácil, y tomar de nuevo la senda por
donde caminamos al principio pero en dirección contraria.
Gracias por compartir esa experiencia
ResponderEliminarGracias por compartir esa experiencia
ResponderEliminarEstudié allí ,que buenos recuerdos.
ResponderEliminar