El paisaje alcarreño, a base de pequeños barrancos, laderas
suaves, encinas carrascas, quejigos, tomillo, olivos y arroyos ascendidos a la
categoría de río, tiene su quintaesencia en la ruta que hoy emprendemos.
Llevaremos el coche hasta Alhóndiga, el corazón de la Alcarria más o menos, y
allí aparcaremos para seguir camino por el valle del río Arlés hasta la ermita
de la Virgen del Saz.
Alhóndiga es un pueblo bien protegido pero luminoso, que
tiene una iglesia blanca, una picota, alguna ermita y un cementerio sobre lo
que fue un viejo castillo.
Un vecino ha construido una peculiar torre de
vigilancia hacia el valle, nada estética, y aunque nadie sabe muy bien para
qué, todo el mundo pregunta y sirve al menos para romper el hielo de la
conversación entre el forastero y los paisanos.
Entre la ida y la vuelta, esta jornada nos llevará casi tres
horas de camino. No hay mucha sombra, solo en el tramo final, cuando el valle se estrecha y nos
acercamos a la ermita. Al tiempo que vamos, se aconseja buena gorra o sombrero
y cantimplora, que podremos refrescar bajo los pies de la Virgen del Saz.
El río Arlés es casi un arroyo pero no le falta agua. A sus
orillas se extiende una fértil tierra de labor, y en su ribera abundan los
cañaverales y se protegen los pájaros. El valle de este río histórico, en el
que a buen seguro mojó sus pies Santa Teresa de Jesús a su paso por Pastrana,
es el típico valle alcarreño.
Las laderas están pobladas de olivos y carrascas. En el
suelo despuntan las primeras florecillas de primavera y a medida que cogemos
altura (no os asustéis, la cuesta es
tendida y leve) aparecen hermosos pinos que, debido a la humedad y a lo benigno
del clima, han alcanzado una altura considerable.
El camino no tiene pérdida, siempre andaremos por una pista de
tierra compacta, accesible para coches y carritos, y ancha. Un camino cómodo
que en un momento determinado cruza el río, a unos 2 kilómetros de la partida,
y desemboca en una carretera, donde tomaremos el asfalto , solo por 200 metros,
hacia la derecha. Luego, no hay más que seguir la indicación de la señal que
nos conduce a la ermita a través de una vallejo cada vez más estrecho. No hay
pérdida, ni dudas, pero por si fuera poco unas señales verdes y blancas en
piedras y árboles nos darán aún mayor tranquilidad.
El paraje de la ermita de la Virgen del Saz es sombrío y
agradable. Abunda el agua. Antes de llegar
veremos manar pequeños arroyos al margen izquierdo del camino. La ermita
es de piedra y tiene dimensiones de iglesia . A su lado hay un refugio que
sirve a los numerosos romeros que en el mes de septiembre se acercan a este
lugar a pasar el día.
Distribuidas por el entorno, donde hay mesas y bancos
para disfrutar de las viandas, hay cuatro fuentes y de todas mana agua en
abundancia. No es un lugar bíblico, pero dan ganas de levantar allí unas chozas
y quedarse a vivir… pero toca regresar.
Lo podemos hacer por el mismo camino que hemos traído, o
seguir la pista hacia arriba, pasar la ermita y a medio kilómetro tomar un
camino que sale de nuestro costado izquierdo hasta llegar a una bifurcación,
donde cogeremos de nuevo el camino de la izquierda, que ya nos lleva directos a
Alhóndiga. En total andaremos 13 kilómetros. Si regresamos por donde hemos
venido, alguno menos.
Ya en el pueblo nos refrescaremos en el bar San Juan. En su
terraza, bajo el árbol que preside la plaza, podremos comer una buena comida
casera, siempre que hayamos encargado antes (Tfno. 949 284254 y 634 660619). Os
recomiendo la asadurilla y el arroz.
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