La Arquitectura Negra es un
ejemplo del trabajo bien hecho en la señalización de rutas turísticas. Las
posibilidades son inmensas y abarcan desde el trayecto en coche o bicicleta, a
la vía de senderismo. Los indicadores son numerosos y estratégicamente están
bien colocados. Las probabilidades de perderse son muy escasas.
Tenía ganas de acercarme a las
faldas del Ocejón y comprobar si la flor de nieve de los campos de jara
empezaba a apuntar. Apunta y para el Corpus (4 de junio) como es tradición,
volverá a nevar en la Sierra Negra. El negro y el blanco, el bien y el mal, el
día y la noche… los contrastes me han llamado siempre la atención, son la
esencia de la vida.
Comenzaremos el trayecto a pie en
Robleluengo. Hasta allí llegaremos por la carretera que sale a mano izquierda,
entre Campillo de Ranas y Majaelrayo. Dejaremos el coche junto a la iglesia y,
a pie, haremos caso al primer indicador,
un monolito que nos señala el camino.
Los Pueblos Negros tienen un aire
medieval y un poso triste durante buena parte del año. En primavera no.
Entonces, las flores se apoderan de los campos, de los jardines, los balcones y
las plazuelas; la hiedra se extiende por las fachadas y empiezan a escucharse las
primeras voces en las calles, que rompen con el silencio del invierno. Sale el
sol y el valle despierta del letargo ofreciendo lo mejor de un paisaje único.
Es ahora el momento de pasear por
una de las numerosas rutas y llenarse los pulmones de aromas y sensaciones. El
camino que conduce al viejo molino que abastecía a Majaelrayo es una gozada.
Cada metro cuadrado de los prados en las laderas tiene una tonalidad diferente.
Sobre el verde tupido, del que solo dan cuenta algunas vacas de vez en cuando,
se van dibujando las flores más variadas. Mires hacia dónde mires, todo es de
color. No tengáis miedo al sol, los robles se encargan de que no falte la
sombra.
En menos de media hora iniciamos
el descenso hacia el arroyo de La Matilla, generoso afluente del río Jarama, El
Jaramilla le dicen por estas tierras. La vegetación cambia de aspecto y la
humedad da paso a los árboles de ribera. Chopos, fresnos, alisos, retamas… El
río baja bien escoltado pero sigue siendo accesible, más que algunos políticos.
Del viejo molino de Majaelrayo
apenas quedan las cuatro paredes y el rastro del caz. Unos metros aguas arriba,
una pequeña cascada salva el desnivel y anima el paisaje. Detrás se ve la
carretera que conduce a Majaelrayo. La tomaremos en esa dirección, a nuestra
derecha, serán solo unos minutos, e iniciaremos una subida que casi al coronar
tiene marcado, con un poste de madera, el camino que debemos tomar para volver
de nuevo al pueblo.
El descenso se hace por uno de
los robledales más hermosos de la provincia, una sombra eterna que, de vez en
cuando, clarea para dejarnos ver la Sierra de Ayllón a nuestra derecha. Dos
horas y media después de haber dado el primer paso estaremos de nuevo delante
de la pequeña y coqueta iglesia de Robleluengo.
Y como estoy seguro de que el
paseo ha merecido la pena, hay que celebrarlo. Para comer, os recomiendo el
restaurante Los Manzanos, en Campillejo. Para llegar cogeremos el coche y de
regreso nos paramos en este pueblo que ya vimos al llegar. Es un restaurante
muy bien acondicionado, con una terraza ideal para el verano y con buena carne.
El asado es de encargo y en la carta tenemos setas, revueltos y verdura según la temporada. Preguntar por el
menú. Nosotros comimos unas albóndigas en salsa, de primera, dignas no ya de
una madre, sino de una abuela. Los postres todos caseros y exquisitos. El flan
de queso casi me hace llorar. Buen día.
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