Cada sierra tiene su barranco y
su hoz, al menos en Guadalajara así pasa. El más conocido de todos está en
Corduente, allá por el Señorío de Molina de Aragón. Pero tenemos otro en Viana
de Jadraque. Éste no tiene monasterio, ni sus desfiladeros son tan espectaculares,
pero lo que sí tiene es una calle, con placa y todo, como Dios manda. No es tan llamativo, tampoco
tiene río, pero las filigranas de sus rocas se prestan a la imaginación y sirven
de resguardo a los buitres, como en aquél.
Viana de Jadraque es un pueblo
pequeño y acogedor. Presume de tener una fuente con caños de plata, en forma de
cangrejo, donados por un vecino que fue joyero de taller y generoso con los
suyos. Desde hace unos años, la localidad es conocida entre los amantes y
practicantes de la escalada. En las paredes del barranco ensayan y se inician para acometer después mayores
alturas.
La ruta que propongo hoy apenas
tiene dos horas de recorrido, entre la ida y la vuelta. Es cómoda y
recomendable para cualquier edad y condición, incluida la de los abnegados
padres con carrito. Además cuenta con una fuente en mitad de su recorrido, al
entrar en el barranco, lo que permite no ir cargado con agua durante buena
parte del trayecto.
El otoño es una buena época para
andar por esta sierra todavía incipiente. El color de la tierra y de los
árboles es caprichoso y acompaña. Las últimas lluvias están acabando con las pocas
hojas que quedan en los árboles, pero todavía restan algunas.
El comienzo del paseo se inicia
junto a unas pistas deportivas y unas bodegas, al lado de una fuente
ensombrecida por una noguera, ambas generosas e
ideales para refugiarse en el verano. El comienzo del camino es
despejado pero hermoso. A la izquierda se ve la cresta de una loma empedrada y
dentada como un serrucho. A la derecha, se abre el valle hasta desembocar en
una ladera de carrascas y encinas.
Nada más entrar en el barranco
hay otra fuente y frente a ella unas cuevas que en su día sirvieron de refugio
al ganado y a los pastores. Una mujer nos dice que se las conoce como las “Cuevas
de los moros”. En el pueblo cuentan que en tiempos veían salir a las moras de
las bocas, acercarse a la fuente y
peinarse junto al arroyo. Hoy no hay moros ni en el interior del
barranco, pero los que sí merodean son los buitres, que hacen guardia desde las
alturas por si vienen mal dadas.
El otro Barranco de la Hoz,
imagino que para la gente de Viana el más auténtico, no tiene las dimensiones
del que ha forjado el río Gallo en las inmediaciones de Molina, pero posee un
encanto especial. Las pequeñas cosas despiertan una ternura y unas sensaciones
diferentes a los grandes espectáculos… diferentes, pero no por ello menos
agradables.
La imaginación juega un papel muy
importante en este tipo de aventuras. Rostros, quillas de barco, figuras humanas
y de animales… cualquier imagen es posible si se avanza por el desfiladero con
la predisposición adecuada. A la vuelta de cada recodo hay una sorpresa, una
muy grata sorpresa que hace el paseo entretenido y feliz. Es una pena que el
recorrido sea tan corto y también que a alguien se le haya ocurrido poner
vallas al campo. Es ésta una vieja costumbre que debería empezar a desterrarse
de nuestro paisaje.
Cuando las paredes dejan de ser de roca y se transforman en
suaves laderas cubiertas de carrascas, es
el momento de darse la vuelta, retomar el camino andado y disfrutar de
nuevo, pero ahora con una perspectiva diferente. Una mirada distinta para un
mismo paisaje, que nos descubrirá nuevos caprichos, nuevas figuras y nuevos
contrastes de luz y color.
Una vez en el pueblo nos
tomaremos una cerveza o un refresco y cogeremos de nuevo el coche para comer en
Atienza. Es una buena ocasión de recorrer de nuevo esta ciudad medieval.
Atienza tiene una buena oferta hostelera. Yo os recomiendo hoy el restaurante
del Convento de Santa Ana.
Un edificio magníficamente restaurado. Un espacio
acogedor que en sí mismo merece una visita y que tiene una cocina de temporada
novedosa pero con productos tradicionales. Menú de fin de semana por 20 euros.
Una oferta más, que enriquece los atractivos de esta villa que no tiene desperdicio.
Efectivamente, para los que somos de Viana de Jadraque, es el ¡único Barranco de la Hoz! Aunque nosotros nos referimos familiarmente a él como El Pradillo. En otoño es maravilloso, y ahora, con la primavera en su máximo esplendor, ¡extraordinario! Así está la Fuente de El Pradillo estos días: https://www.facebook.com/hashtag/fuentedelpradillo?source=feed_text&story_id=1016444651755042
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