Se ha escrito tanto de Atienza
que resulta imposible no repetirse, pero esta semana tocaba pasear por sus
calles y rendir homenaje a José Antonio Alonso Ramos. No les hablo de ningún
atencino ilustre sino de un serrano convencido y entregado, que ha hecho
posible, junto a su mujer Margarita Calleja, que Atienza sea la capital
provincial de la cultura popular. Por si fueran pocos tres museos, un castillo,
un recinto amurallado, varias iglesias y una de las plazas más hermosas de
Castilla, sin olvidar sus interminables vistas a la sierra, Atienza cuenta con
el Centro de Interpretación de la Cultura Tradicional, todo un referente.
No creo ofender a nadie si digo
que Atienza es, si consideramos a Sigüenza una ciudad, el pueblo más bonito de
la provincia de Guadalajara. Yo no me canso de recomendar su visita, su paseo
minucioso y detallado.
Pocas rutas podrán causar mayor satisfacción al amigo de
estas escapadas semanales que propongo en este blog, que la “peña muy fuerte”
como la calificó el Cid. Atienza es una villa hermosa, cuidadosa con la
historia, de la que uno se enamora al instante y acaba entregando su vida y sus
esfuerzos como lo ha hecho José Antonio Alonso, antes lo hizo don Agustín, el cura
que convirtió su pueblo en un museo, me alegró verle todavía al pie del cañón;
o Luis Carandell, cuyas cenizas reposan bajo el castillo. Gerardo Diego descubrió
su alma en uno de sus poemas:
Atienza de los juglares,
alto navío de ruinas,
que nunca has visto los mares,
te traigo –mis azahares-
ramos de espumas marinas.
Castillo, línea quebrada,
dibujada
sobre el azul, que ya es verde,
que palidece, que pierde,
que se arría,
que –sin bandera- se estrella.
(...)
Abre, Atienza, tus balcones
-verdes balcones de Atienza-
ábrelos al aire y trenza
tu piedra heráldica en nudos
y cordones,
y encréspala en tus escudos.
Diez siglos caen en vellones
sobre tus niños desnudos.
Vuela el águila, y tu plaza
-triángulo- ve en declive.
Un paseo por Atienza es un paseo
por la historia. La iglesia de San Bartolomé, del siglo XIII, cuenta en su
interior con un Museo Paleontológico, un Museo de Arte Sacro y un
Descendimiento gótico que emociona, un conjunto iconográfico que justifica el
viaje de una hora que supone acercarse desde Guadalajara. La iglesia de la
Trinidad, un hermoso edificio de una sola nave, acoge el Museo de la Caballada,
una fiesta que lleva celebrándose desde hace casi mil años y otra colección de
arte religioso. No hay que olvidar que en Atienza hubo hasta 12 parroquias y posee una colección de piezas
escultóricas y de orfebrería más que digna. El tercer museo está en la iglesia
de San Gil.
Podemos decir que el cuarto
museo, está ubicado en la antigua Posada del Cordón. Allí se ha museizado,
con técnica y filosofía contemporáneas, un espacio que recoge el alma y la
esencia del pueblo. Es sin duda la mejor canción que ha compuesto y cantado
nunca José Antonio Alonso. No en vano le ha costado toda una vida. Acercaos a
la Posada del Cordón y veréis Guadalajara y sus rincones, los del alma y los
del paisaje. Artes populares, artesanía, sabiduría popular, comunicación, vida
cotidiana, el hombre y la mujer, las creencias y la espiritualidad, las fiestas
y los ritos, la arquitectura popular… Todo lo que nos identifica como pueblo,
lo que nos acerca y aquello que nos diferencia del resto, está perfectamente
expuesto, detallado y contado por alguien que sabe más que nadie de la cultura
popular de Guadalajara y que tiene la generosidad, esperemos que recompensada
como se merece, y no hablo de dinero, de donar parte de su vida y de su obra
para que todos aprendamos a aprender.
Ha costado años sacar adelante el
proyecto pero sin duda cumple el espíritu con el que fue pensado, proyectado e
iniciado hace siete años. El empeño de todos ha hecho posible que fuese algo
más que un “almacén de botijos”, como lo calificó un “brillante” diputado, para
mayor escarnio nacido en la sierra. Muchos han puesto algo para que hoy exista
este centro, pero José Antonio Alonso y Margarita Calleja lo han puesto casi
todo y hoy toca darles las gracias.
Pero no puedo irme de Atienza sin
añadir tres cosas más: paseadla de noche, por favor, es mágica; subid a su
castillo en la puesta de sol y dejaros embrujar por sensaciones imposibles de
plasmar negro sobre blanco y tercero, acercaos al restaurante El Mirador y
dejaros aconsejar por los platos de temporada, ahora es tiempo de setas,
boletus y níscalos, pero su carne nunca falla. Preguntad y creed lo que os
digan, tienen buena mano en esa cocina y material de calidad.
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