En una vaguada del río Arandilla, entre el pueblo de Cobeta
y el valle de Ablanque, hay una ermita a la que acuden en romería hasta nueve
pueblos. En ella se venera a Nuestra Señora de Montesinos, y como todas las
advocaciones marianas tiene su milagro o leyenda. Dicen que la ermita la
construyó un terrateniente y capitán moro, convertido al cristianismo, cuando
vio el milagro que la imagen de la Virgen hizo en una niña manca de la zona.
¿Será verdad?
Hasta hace pocos años,“El Montesino”, que es como se conoce al
paraje en esta zona de la provincia de Guadalajara, que en tiempos perteneció
al Ducado de Medinaceli, tenía su santero. Se llamaba Francisco Checa y cuidaba
de la ermita, tenía limpio el entorno y escribía unos versos interminables a la
sombra de las rocas caprichosas de este pequeño cañón. Quien se acercaba
recibía una estampa de la Virgen y un poema escrito o recitado, según la ocasión.
Era la manera que tenía Francisco de pagar su culpa. Una losa que soportaba desde
los tiempos de la Guerra Civil cuando, estando en el frente con los nacionales,
no se le ocurrió otra cosa que entrar en la iglesia de Bustarviejo y descolgar
el Cristo. Le hubiera costado la cárcel o algo más si no le llegan a dar por
loco. Un mal aire, un arrebato decía él, que le llevó en el año 1940 de santero
a su pueblo hasta que las piernas ya no le permitían andar y recorrer los cinco kilómetros
que separan Cobeta de Montesinos.
Os puedo asegurar que cuando se conoce este rincón de la
provincia de Guadalajara, para unos molinés y para otros todavía no, se tiene
envidia del bueno de Francisco y del más de medio siglo que pasó en este
barranco, versión reducida del Barranco
del río Gallo o Barranco de la Hoz, junto a Corduente, y al que nos acercaremos
en otra ocasión.
Entre los caprichos que el viento y el agua han labrado en
las rocas que flanquean el río Arandilla, hay quien ve la cara de un indio, o
la cara de Francisco vigilando la ermita. Son cosas de la imaginación, de
concederle a la Naturaleza propiedades humanas. No siempre el arte procede de
las manos del hombre. En cualquier caso, ahora que ya estamos en época de calores,
pasearse por las sombras del Montesino, escuchar el rumor del agua y ver a los
cangrejos correr por las orillas y a las truchas brincar entre las cantos, es
un recreo para los sentidos, una recomendación que hago desde estas páginas a
todos aquellos que quieran conocer en profundidad la provincia de Guadalajara.
Para llegar a Montesinos se puede ir en coche, tomando a
mano izquierda el cruce que sale de la carretera que desde Mazarete lleva a
Cobeta. Al llegar al río, una señal indica el paraje, entonces se deja el
asfalto y se toma una pista en buen estado que nos acerca al pie de la ermita.
No tiene pérdida porque en la bifurcación,
al tomar el desvío por carretera, hay una caseta de protección para los vecinos
que esperan el autobús. Ahora bien, quien quiera respirar el aroma de los pinos
en esta época del año, puede ir andando desde Cobeta. Es una hora larga de
camino, pero una hora más que aprovechada entre pinares y descampados por uno
de los términos municipales más espectaculares de Guadalajara. Señores, estamos en el Alto Tajo!
Cobeta, además de tener una alcaldesa joven y simpática que
cuida de su pueblo como si de un chico pequeño se tratara, tiene una fisionomía
singular. Las casas del pueblo y las viejas cercas para el ganado se dejan caer
por la falda de una ladera mimetizándose con el color de la tierra, labrando un
paisaje peculiar y hermoso. Un mirador natural que se enfrenta a los restos de
un viejo castillo, una vieja torre de vigilancia, hoy convertida en sala de
exposiciones desde donde puede observarse la variedad del entorno.
Cereal,
pinos, rocas y encinas rodean Cobeta, pueblo fresco y sano, ideal para
escaparse un fin de semana desde la ciudad. Si os animáis, hablad con el
Ayuntamiento que, entre un puñado de buenas iniciativas para favorecer el
turismo, alquila apartamentos y casas bien equipadas y restauradas con gusto a
precio más que asequible.
Cobeta está a menos de dos horas de Madrid y poco más
de una hora desde Guadalajara, por la A2, cruce de Alcolea del Pinar, N-211 o
carretera de Molina de Aragón o de Teruel, hasta Mazarete y desde allí la carretera nos lleva a Cobeta
pasando por las instalaciones de la Fundación Apadrina un Árbol, una zona de
recreo donde se ofrecen campamentos veraniegos para niños y jóvenes y un punto de
encuentro para empresas y particulares. Una buena iniciativa que se conoce poco
y que bien merece la pena.
Los pueblos y el paisaje de toda esta comarca de los pinares
del Ducado de Medinaceli, tierra de resineros, carboneros y leñadores, también
de ganaderos, madereros y carpinteros, merecen más de una visita. Os animo a
que reservéis un fin de semana para empaparos como Dios manda de una zona llena
de sorpresas, arroyos que transcurren por vallejos casi inaccesibles, ermitas
camufladas, pueblos mimetizados y miradores naturales que nos muestran la
grandeza de un paisaje, castigado hace años por el fuego, pero que ya ha
recuperado su esplendor.
A uno de los sitios que debéis acercaros, sin dudarlo, es a
Olmeda de Cobeta, allí está El chozo del Resinero, una de esas apuestas por el
turismo rural que no para de ganar adeptos. Un lugar donde hospedarse y donde
comer una de las mejores carnes de la zona. Su dueño fue resinero y hoy
comparte su tiempo entre el local y la labranza de la piedra.
Con sus manos,
grandes como serones y acostumbradas al trabajo, es capaz de dar vida a los pedruscos que
encuentra en sus paseos por los alrededores de la Olmeda. Si tenéis ocasión de
charlar con él hacedlo, os contará gustoso las peripecias de viejo resinero, un
oficio perdido durante años y que parece remontar en estos tiempos de crisis.
Venid a los pinares y os pasará como a muchos de los que lo hicimos por primera vez hace ya muchos años,
que la resina ya no dejará que os despeguéis de esta tierra, una tierra que venera al dios árbol, puerta de entrada al Parque Natural del Alto Tajo.
Por cierto, varias de estas fotos maravillosas no son mías, son de David Ronquillo que me las ha prestado generosamente. Gracias.
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