miércoles, 19 de junio de 2013

Un río, dos monasterios y un manojo de espárragos

Recordaba en la anterior entrada una cena inolvidable en Hita junto a José Sacristán y un buen grupo de amigos. El actor recogía con orgullo y generosidad el galardón Arcipreste del Año 2010 con motivo del 50 aniversario del Festival Medieval más antiguo de España. Cenamos en la Posada de Rosa, un restaurante de buena carne y ricas legumbres, viandas de temporada y un servicio correcto.  A los postres Pepe Sacristán nos habló de las buenas gentes de esta tierra, que conoce bien desde que comparte su vida, hace ya años, con una yunquerana. Anécdotas, chistes, chascarrillos, un viejo cómico en toda su esencia se hizo con un público entregado. Al día siguiente compartimos el día rodando un anuncio de promoción de Hita y La Alcarria y aprendí más de cámaras y televisión que en cien años de universidad.



Hita es la capital del valle del Badiel, por historia y por población. Nuestra ruta gastronómica y viajera de hoy deja los caminos y toma la carretera para recorrer varios pueblos, pequeños y hermosos de Guadalajara, que pueden visitarse en una misma jornada. Hoy os aconsejo que os sumerjáis en el río Badiel.
Al río Henares vierten sus aguas varios afluentes, algunos de importante caudal como río el Salado, el Cañamares, el Bornova o el Sorbe. Otros son más humildes, casi riachuelos, como el río Dulce, el arroyo de las Dueñas y el río Badiel. De este último, y de su histórico valle, se ha escrito mucho, aunque en los tiempos que corren tenemos la impresión de que se ha visitado poco, salvo Hita, y por eso vamos andar por él.

 El Badiel nace en Almadrones, y allí nace nuestra ruta, en el kilómetro 103 de la A2, a una hora de Madrid y menos de treinta minutos de Guadalajara. La villa de Almadrones es conocida por su antigua venta, hoy convertida en uno de los mayores complejos hosteleros en los márgenes de la carretera que lleva a Barcelona. Su nombre, de origen árabe, hace mención a los numerosos manantiales que hacen posible el río.
Por su término siempre pasó una importante calzada hacia Zaragoza que luego fue Camino Real. En algunas de sus casas hay notables escudos y arcos de piedra. En su iglesia un hermoso pórtico del siglo XVI y un retablo que trajeron de Atienza. Dicen que hubo un apostolado de El Greco, que fue expoliado y diseminado por los museos del mundo. A los pies de Almadrones nace un estrecho valle, poblado de algunas huertas, un rápido arroyo y unos cuantos chopos que abre su horizonte a medida que avanza hacia el Henares.

         
  Argecilla es el nombre del segundo pueblo que contempla el Badiel en su corto peregrinar por tierras alcarreñas. El topónimo es prerromano e indica río pequeño de color blanco. En sus inmediaciones se han encontrado restos prehistóricos de la cultura almeriense. Sus casas están prendidas de una loma pronunciada. Sus calles son cuestas difíciles de transitar y hermosas de recorrer. Las casas de Argecilla forman una continua barbacana hacia el valle, que por sus inmediaciones empieza a dar sensación de lugar recogido, tranquilo y fértil. La villa perteneció a los duques de Pastrana, quienes mandaron levantar su añeja iglesia en el siglo XVII. Por su distribución urbana, Argecilla puede considerarse como uno de los pueblos más originales de la provincia.
También de origen prerromano es el topónimo Ledanca, que hace referencia al collado sobre el que se aposenta el siguiente pueblo en el transcurrir del río. El hombre, animal de instinto certero, siempre supo apreciar la mansedumbre de este paisaje. Al igual que en el pueblo vecino, las casas se encuentran ordenadas al viento bajo el mando protector de su iglesia. En la plaza hay una fuente barroca del siglo XVIII, y junto al río numerosas huertas e invernaderos cargados de historia. Si tenéis ganas de pasear, desde Ledanca arranca una ruta señalizada que, junto al río, camina hasta llevarnos a uno de los lugares sagrados de esta comarca: el monasterio de Valfermoso de las Monjas. Un paseo fresco y muy recomendable ahora que, parece, llegan los calores.


Cuando el matrimonio atencino formando por Juan Pascasio y su mujer doña Flambla decidieron a finales del siglo XII fundar y construir un monasterio, no nos extraña que eligiesen el Badiel para su cometido. Aguas abajo, hacia la Campiña, su valle se vuelve más hermoso. Algunos kilómetros después de su nacimiento, en el término de Valfermoso, pueblo creado para servir al monasterio, se instalaron las monjas benedictinas venidas de Francia que siempre contaron con el beneplácito del rey Alfonso VIII, uno de los grandes enamorados de esta tierra.
Con el paso de los años el monasterio llegó a extender sus dominios hacia la provincia de Madrid, siendo una de las más importantes haciendas en época de los Austrias. Allí, en la sosegada espesura del valle, pasó sus últimos años Juana Calderón, actriz popularmente llamada "La Calderona", que cautivó con sus encantos al rey Felipe IV, el personaje real que hoy vemos en “Águila roja”, de nuevo esta serie…. La cómica se recicló y acabó siendo madre abadesa y mujer de enorme prestigio por su carácter y su alto poder de persuasión en tareas nada mundanas. Cuentan que un bello lienzo con su rostro aún permanece enmarcado en una de las paredes del monasterio.
Desde que el Badiel arranca por las barranqueras de Almadrones, su valle se va ensanchando hasta desembocar en el Henares. Tras dejar Valfermoso y abandonar los muros benedictinos de su monasterio, el estrecho río se adentra en el término de Utande. Pequeño pueblo sobre una loma en cuyo topónimo se refleja el mojón o punto de la vieja calzada romana, mejor de uno de sus ramales, que en tiempos pasó por sus inmediaciones. En Utande se celebran las medievales Loas de San Acacio mártir. Ocho danzantes y una botarga se unen para interpretar una ancestral danza de paloteo, con la que presumiblemente se festeja desde el siglo XII una victoria en espectacular batalla contra los moros. Ocho danzantes y octavo el punto de la calzada que designa su nombre histórico.
En el pueblo hay varios molinos. En uno de ellos tuvo lugar a mediados de los años setenta una importante reunión del entonces clandestino Partido Comunista. Tras el encuentro, Carrillo y los suyos decidieron unirse a la reforma y abandonar las posiciones de ruptura. Fue un paso importante en nuestra transición política, consensuado en este anónimo pueblo alcarreño, que durante años permaneció ignorante a dicho acontecimiento. En otro de sus recoletos molinos compuso durante decenas de años sus obras el pintor y escultor guadalajareño Francisco Sobrino, tal vez el más internacional de nuestros artistas vivos. Sus creaciones, con depurada técnica constructiva, se pasean por los museos de medio mundo mostrando sus líneas futuristas y cibernéticas. El sosegado valle del Badiel sirve por igual a los amantes del paisaje como a los revolucionarios de las formas y la estética. Los caminos del arte son interminables.
A escasos metros de Utande el valle se ensancha dejando el pueblo de Muduex en el centro de su fértil vega. Según los libros, calceteros y mudejos son los habitantes de este pueblo que conserva en su topónimo la presencia musulmana. Muduex es una adaptación de la forma mozárabe que alude a los mudéjares, musulmanes que acataron la religión cristiana y permanecieron en España tras la Reconquista. Restos de esta cultura mudéjar, tan abundante en nuestra provincia, quedan en la torre de su iglesia.


En tiempos, el pueblo tuvo unos famosos bosques de roble y encina, de los que aún conserva buena parte en el llano, muy usados para la elaboración de carbón vegetal. Fue el municipio más poblado en los márgenes del Badiel y a pesar de los pesares de los años cincuenta y sesenta, conserva numerosas plazas y casonas que denotan su grandeza.
El devenir de las aguas nos lleva a Valdearenas, desde su independencia del común de Hita en el año 1630, siempre fue un villazgo famoso por sus olivos y por sus huertas. En su parte alta permanecen las ruinas de lo que fuera una bella iglesia del siglo XVI demolida en los años sesenta de este siglo para ser reconstruida. El dinero no llegó y el tiempo acabó convirtiendo el templo en una ruina. Algo más abajo hay una monumental fuente del siglo XVIII en forma de copa, con cuatro caños y agua abundante.
Pero si hay un referente histórico común entre los pueblos que conforman el valle del Badiel, ése es sin duda el mojón de Hita. Abrazada a la cintura de un cerro casi perfecto, a modo de anfiteatro, esta villa sirvió de límite entre los pueblos arévacos y carpetanos. De entonces para acá, la historia se ha ido ensanchando, como los campos que se divisan desde lo alto del cerro, hoy coronado por las ruinas del que fuera un noble castillo. Si os encontráis con fuelle os aconsejo la ascensión hasta lo más alto, las vistas son únicas.



Fueron los árabes quienes levantaron la primitiva atalaya, pasando después a ser uno de los bastiones más firmes del reino castellano, tras la Reconquista. Los Orozco y después los Mendoza fueron dilatando su señorío que llegó a contar con numerosas extensiones por toda la Campiña, llegando hasta las inmediaciones de la sierra. En tiempos del marqués de Santillana se alzaron las murallas, de las cuales se conservan lustrosos paños y un arco de entrada apuntado que luce las armas de sus mentores.
Hita recuerda 500 años después su gloria medieval, recreando las justas y torneos de los caballeros castellanos en un festival declarado de Interés Turístico y al que acuden miles de espectadores año tras año. En la fiesta, con todos los protagonistas vestidos de época, se rememora la figura del personaje más ilustre de la villa, el avispado Juan Ruiz, famoso Arcipreste y autor de uno de los libros más deliciosos de la literatura medieval. "El libro de Buen Amor". Guiados por la mano sabia de Manuel Criado de Val, el próximo sábado 6 de julio, un grupo de actores no profesionales interpretarán una pieza teatral compuesta para la ocasión por el prestigioso profesor y estudioso de esta tierra.


Sin dejar el término de Hita, nos encontramos con el monasterio benedictino de Sopetrán. Su primera construcción se remonta al siglo VII y hasta la desamortización del XIX, cinco fueron las veces que se reconstruyó. La última de ellas en el año 1372, siendo arzobispo de Toledo Gómez Manrique, quien dotó al monasterio con los pueblos de Heras, Torre y las tercias portificales de Trijueque, Muduex y Valdearenas. Tras un silencio de siglos, con las ruinas acechando este pedazo de historia, los benedictinos volvieron al monasterio esporádicamente  y comenzaron la restauración de parte del edificio y de las dependencias anejas donde se instaló una hospedería. Hoy todo permanece cerrado por culpa de la crisis.
Junto al monasterio, ya en término de Torre del Burgo, se encuentra una ermita bajo la advocación de la Virgen de Sopetrán, patrona del municipio. Dentro de sus muros se conserva un manantial de agua con fama de tener propiedades curativas y milagrosas. En él, todavía se bañan en el mes de septiembre los herniados venidos de todos los rincones de la península. A la puerta del templo, de otra fuente nacida de unas fallidas prospecciones de uranio, mana agua desde una profundidad de más de cien metros. La ausencia de cal y sus finas propiedades la convierten en tesoro codiciado por lugareños y domingueros, que hacen colas para recoger agua suficiente para toda la semana.


Desde Sopetrán el Badiel corre próximo al Henares, pero antes de juntarse a su cauce, riega la fértil vega del pueblo de Heras de Ayuso. Lugar de paso de la vía romana que unía Mérida con Zaragoza. El pueblo de Heras estuvo siempre ligado a los Mendoza, pero últimamente está unido a uno de los reyes de la gastronomía de esta vega: el espárrago verde. No lo digo yo, entre las orillas del Henares y el Badiel se cría el mejor espárrago verde del mundo, reconocido en los mercados españoles y solicitado por numerosos restaurantes. La temporada de recogida de esta esmeralda erecta, prácticamente ha terminado este año, pero todavía pueden comerse frescos, tersos y muy sabrosos espárragos en los restaurantes de Hita,  Muduex o Almadrones, tres pueblos con locales recomendables para probar, a buen precio, esta joya de la vega del Badiel, acompañada de una buena carne de cordero.



Y aquí acaba nuestro viaje gastronómico de hoy por la provincia de Guadalajara.  En Heras, el Badiel se deja caer en los brazos del Henares, que henchido y lozano cruzará los muros de la capital de la provincia, camino de las inmediaciones de Madrid.

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1 comentario:

  1. Un blog estupendo Pedro. Seguiremos tus recomendaciones, pues veo que todavía nos quedan muchas cosas por descubrir de esta nuestra maravillosa provincia. Me ha encantado ver las fotos de mi pueblo esta semana.
    Un saludo

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