martes, 24 de febrero de 2015

Entre Palazuelos y Carabias, viaje al medievo


Alrededor de Sigüenza hay un ramillete de pueblos que no desmerecen en nada a la ciudad mitrada, ahora sin mitra. Son pequeñas aldeas que apenas tienen habitantes pero que conservan alguna joya arquitectónica, algún vestigio de arte medieval, o incluso anterior, que merece la pena ser visitado. Son muchos, más de veinte, pero hoy nos vamos a centrar en dos: Palazuelos y Carabias.


El viajero se encuentra con ellos una vez se alcanza el llano por la carretera que conduce por el oeste hasta Atienza. La verdad es que esta carretera no tiene desperdicio. A izquierda y derecha aparecen cruces que indican localidades de nombres evocadores: Pozancos, Guijosa, Carabias, Imón, tomaremos el primero de ellos a mano izquierda y nos acercaremos hasta Palazuelos.



Palazuelos es el único pueblo cuyo recinto urbano está casi todo él amurallado. Es la “pequeña Ávila” guadalajareña. Al municipio se accede por una de las puertas con arcada que desemboca en una plaza amplia con picota y fuente. Allí os recomiendo que dejéis el coche e iniciéis un interesante recorrido a pie.



La visita a Palazuelos debe hacerse por dentro y por fuera del recinto que forma la muralla. Por dentro veremos su arquitectura popular, su iglesia y la fuente de los siete caños. En un recorrido lento apreciaremos detalles en las fachadas, rincones serranos que nos evocan la Edad Media y respiraremos el sosiego de un pueblo ensimismado.



En cualquier momento debemos salir por una de las puertas de la muralla y seguir la senda que circunda la fortificación. Los muros son altos, de más de seis metros y todavía conservan la robustez de antaño. La hiedra, los pequeños tragaluces y los escudos adornan esta sólida pared de piedra única en nuestra provincia.



Cuando hayamos recorrido unos 300º aproximadamente de esta falsa circunferencia, la muralla se acaba y un camino que roza el cementerio nos conduce hacia Carabias. A la derecha veremos el castillo, de formas redondeadas, coronado por una construcción moderna donde habita, de vez en cuando, su actual dueño. Según avanzamos por la senda, si volvemos la vista atrás, veremos la hermosa estampa del pueblo de Palazuelos extendido en la llanura seguntina. Abajo, en la carretera una ermita con dos puertas en arcada y un pórtico de columnas hecho de piedras rosáceas.



En menos de una hora hemos recorrido a pie el trayecto que separa los dos pueblos. Caminamos siempre por una ladera de monte bajo con excelentes vistas a la llanura seguntina, por la que el Cid cruzó camino de Valencia.



Carabias es un pueblo subido en una loma, pequeño y aireado que recibe al caminante con un pórtico románico que deja sin respiración. Esta joya del arte medieval estuvo enterrada durante siglos y casi por azar apareció para sorprender a todos. Pocas iglesias en nuestra provincia aúnan la compleja sencillez de esta columnata en forma de “L”, con 19 arcos que flanquean las dos puertas de entrada al templo.


Tras extasiarnos en la contemplación de la iglesia desde todos los puntos de vista posibles, incluido el de la parte superior de la plaza, os aconsejo que recorráis el pueblo. No tiene nada especial, es un pueblo de calles tortuosas, con sus cuestas, sus eras, sus casas arregladas y sin arreglar, sus heladas fuentes, sus pequeños huertos y sus vistas a la sierra, esa es su grandeza.



En Carabias hay un hotel rural con spa de nombre Cardamomo, que tiene un restaurante Ciro y Lola donde se come, según dicen, buena carne a la brasa y un excelente carpaccio de ternera con trufa. No he podido comprobarlo porque cierra en pleno invierno durante algunos meses y siempre queda la duda de que vuelva a abrir. El sitio es estupendo y espero que resista el envite de la crisis. Si está abierto, os aconsejo que comáis y después emprendáis el camino de regreso a Palazuelos. Es menos de una hora de paseo saludable que viene bien para bajar la comida. ¡Ah, se me olvidaba! Si estuviese cerrado el restaurante de Carabias, tenéis  a las afueras de Palazuelos, junto a la carretera,  La Cabaña, un local del que hablamos aquí hace quince días y en Sigüenza una oferta amplia y segura. Os dejo dos propuestas: Restaurante Sánchez, comida casera pero de altura; y el templo gastronómico de la sierra: Restaurante El Doncel, cocina elaborada para paladares más exquisitos. ¡Buen provecho!

martes, 17 de febrero de 2015

Pasear junto a un lago, Pareja


Pasear junto a un lago es uno de esos placeres saludables que deberían ser recetados con más asiduidad. Pocas actividades hay más relajantes y que ayuden a la conversación como rodear un gran charco de agua. En Guadalajara tenemos la oportunidad de hacerlo en el azud de Pareja, uno de esos rincones hechos a propósito, capaces de cambiar el ritmo de un pueblo, con poco que esté bien gestionado.



Mucho han peleado los vecinos de los pueblos ribereños hasta conseguir que se hiciera algún azud en sus localidades. Pedían lagos artificiales capaces de mantener un importante nivel de agua junto a los pueblos, para que siguiera habiendo vida cuando los trasvases dejaban los pantanos de Entrepeñas y Buendía casi vacíos, como pasa ahora.


Los sangrantes trasiegos hacia Levante convierten el paisaje en tierra desolada y lo que en tiempos sirvió como dinamizador turístico y económico de la Alcarria, lleva años causando el efecto contrario. Esperemos que esta azud de Pareja sea sólo el primero y sirva para que se construyan otros, se haría justicia.



Hoy os voy a recomendar que os acerquéis a Pareja, una localidad cuya olma vale una visita, aunque es preferible  acercarse a ella en primavera, cuando su copa está frondosa y llena de sombras. Este árbol es una de las leyendas vivas naturales de nuestro país, según el Ministerio de Medio Ambiente.
Pareja es un pueblo con viejos caserones que aún lucen escudos en sus fachadas, y con una monumental parroquia del siglo XVI de ábside poligonal. Pareja es un pueblo que merece ser visitado despacio y con avidez, como hizo Cela hace ya tiempo.



Aquí comenzará nuestra ruta de hoy, a poco más de media hora de Guadalajara. Echaremos a andar desde la plaza, cuesta abajo, hasta llegar a la ermita de Nuestra Señora de los Remedios, de donde nace un estupendo paseo, flanqueado de farolas y bancos. Enseguida vemos el lago de aguas tranquilas,  rodeado de un cañizo amarillento y emplumado que sirve de cobijo a los patos.



El carril está nuevo y rodea el lago que tiene forma ovalada, como una lengua, que muere en un dique y una carretera. A su alrededor pasean y patinan quienes buscan este rincón para  el sosiego y el descanso. Según completamos el circuito, apenas 45 minutos después, vemos un mirador hecho de madera que se adentra en las aguas y un observatorio de aves con dos grandes ventanales que miran al horizonte.



Se echan de menos piraguas y canoas acercándose a la pequeña isla que da empaque al azud. Todo lago debe de tener una isla para reposo de los patos y para dar bien en las fotos, y éste la tiene, y en vedad que le hace bien. Estoy convencido de que una vez hayáis descubierto este sitio, volveréis. Pasear junto al agua amansa el espíritu.




Al completar la primera vuelta, o la segunda si os encontráis a gusto,  al azud subiremos de nuevo al pueblo y preguntaremos por el restaurante Estilos, buen arroz y buena carne a la brasa. Ideal para el buen tiempo por su agradable terraza. Se come bien y el local es agradable. Sin duda un buen complemento para esta plácida ruta.


martes, 10 de febrero de 2015

La cresta rocosa de Riba de Santiuste



Hoy vamos a ver un castillo, además un castillo roquero, de los de cresta y  acceso casi imposible. Pocas fortalezas medievales quedan en pie de manera digna en la provincia de Guadalajara, pero sin duda una de las más hermosas es la de la Riba. Hasta allí, por tierras seguntinas, encaminamos hoy nuestros pasos.


Riba de Santiuste es un pueblo pequeño y poco habitado. Llegamos a él después de atravesar Sigüenza por la alameda y la vía del tren, subir al viejo cuartel y pararnos un momento para disfrutar de las vistas de la ciudad. Sigüenza es hermosa se mire por donde se mire.  Seguimos en dirección a Atienza y a mano derecha, antes de llegar a Imón, un cruce nos invita a tomar la carretera que lleva a la Riba de Santiuste.



Enseguida vemos la figura de una quilla de piedra de casi 100 metros de larga. Un castillo que fue castro celtíbero, atalaya árabe y que Alfonso VI convirtió en refugio de castellanos hasta que lo volaron los franceses en la guerra de la Independencia, casi setecientos años después. Hace menos de medio siglo fue comprado en subasta por un particular, restaurado y convertido en punto de encuentro de la asociación Nueva Acrópolis, que gustaba de hacer reuniones festivas y telúricas entre sus muros.



Nos hemos propuesto subir al castillo y para ello dejamos el coche en el pueblo, nos dirigimos hacia la iglesia y desde allí buscamos la pista que sube al cerro. Antes atravesamos un precioso puente medieval de piedra rosácea que nos permite salvar las aguas del río Salado. Un rincón agradable y acondicionado para el recreo.



El ascenso es cómodo. La pista es ancha y está bien cuidada y el zigzag lo suficientemente bien pensado para que no nos cueste subir. A medida que lo hacemos, coronaremos en menos de media hora, vamos viendo la anchura del paisaje castellano que en estos días está nevado y hermoso. La manta blanca que cubre el campo de cereal ilumina el horizonte y nos permite lanzar la vista mucho más lejos de lo que pensábamos.


La anchura de esta tierra parece no tener fin. Arriba, las rocas dibujan figuras caprichosas como la de dos lagartos enamorados mirando en la distancia. Uno a uno se dibujan los pueblos entre las piedras. Más cerca, el castillo se nos presenta inaccesible, con sus muros y almenas bien trazadas buscando el equilibrio entre las piedras a modo de barco encallado en la montaña.



Pocas vistas podremos encontrar  tan reconfortantes. Si la nieve y el hielo lo permiten, os aconsejo que regreséis al pueblo por la senda que regatea entre las rocas, por la vertiente contraria a la que habéis subido. Es menos cómoda pero permite nuevas vistas del castillo y del pueblo. Como veis no es una ruta difícil ni sofocante. Eso nos permite dejar que los chicos jueguen con la nieve, si todavía sigue allí, o pasear por uno de los caminos trazados y señalizados de la Ruta del Quijote que camina junto al río Salado. Ambas cosas dan juego.




De vuelta os aconsejo parar y comer unas estupendas judías con oreja en el hostal restaurante La cabaña. Está en la misma carretera que nos devuelve a Sigüenza, hemos pasado junto a él al comienzo de nuestra ruta. 



Es un lugar agradable, con dos salones amplios y una buena chimenea, menú y carta. Las migas, la sopa castellana, la perdiz, el conejo y el churrasco de carne no os pasarán desapercibidos. En verano su terraza es una tentación. ¡Parad y comed!


martes, 3 de febrero de 2015

El escalofriante paseo a la Cueva del Beato en Cifuentes


Comienza a refrescar por la provincia de Guadalajara. Es febrero y el invierno ha llegado tarde, pero con fuerza, y no es fácil encontrar un fin de semana que invite a viajar por el norte de la provincia a pecho descubierto. Aunque no os equivoquéis, Guadalajara merece la pena en cualquier época del año. Cada estación tiene sus matices. Otra cosa es el estado de ánimo.
Hoy os propongo una ruta cómoda que no quiero llamar fría sino escalofriante. Hoy viajaremos hasta Cifuentes y desde allí caminaremos hacia la Cueva del Beato, un lugar cargado de misterios y leyendas, con crimen incluido.


Los cifontinos presumen de capitalinos y no les falta razón. Cifuentes, para muchos capital de la Alcarria, está ubicada en el centro geográfico de la provincia. Además, siempre fue un pueblo altivo, con grandes e importantes señores, los Silva y los Mendoza, entre otros, incluso de sangre real, como don Juan Manuel, sobrino de reyes, al que se debe su castillo; de ahí que conserve importantes monumentos.



Pasear por Cifuentes permite poder ver un castillo medieval tal y como se construyó hace 700 años, claustros y restos de monasterios, una iglesia de las más espectaculares de la provincia, picota, una plaza con soportales castellanos y algunos palacetes con sus escudos incluidos. Una hora de paseo agradable por la localidad natal de la enigmática princesa de Éboli. Un ligero recorrido por la historia de España a través de un ramillete de monumentos, donde no falta una simpática calle que lleva el nombre de Cristo de la Repolla, cuya historia os emplazo a que la preguntéis in situ.




Pero sin duda uno de los grandes atractivos es el agua. El Pueblo de las cien fuentes o de las siete fuentes, según las interpretaciones, es el manadero del río Cifuentes que acaba desembocando en el Tajo, en uno de los recorridos más cortos de un río que se conocen en España. El rincón del Molino de la Balsa, es una muestra medieval y hermosa de tanta desmesura. Frescor, vida y naturaleza generosa terminan de poner la guinda a uno de esos pueblos imprescindibles. Además, cuenta con una oficina de turismo bien atendida, donde nos informan de todo lo que tengamos menester, de manera precisa y eficaz.



Pero como hemos venido a andar, antes o después de pasear por el pueblo, os propongo acercaos hasta la ermita de la Cueva del Beato. El camino no tiene pérdida y el paseo, poco más de media hora de ida y otro tanto de vuelta, es cómodo, a la vez que agradable, ilustrativo y misterioso … con un punto de esotérico.


La ruta transcurre entre pinos. En septiembre se celebra una romería y no es de extrañar que haya sido siempre un lugar apreciado por los que huyen del mundanal ruido en busca de soledad y oración. Cuentan que en este paraje, allá por el siglo XVII, sucedió un milagro el día de San Blas, ayer hizo 343 años. Los lugareños, según desfilaban en procesión hasta la ermita y cueva de San Blas, que así se llamaba este entorno entonces, vieron aparecer en el cielo “dos soles que acompañaban al astro rey y otras portentosas figuras de medias lunas y un arco con su saeta y un arco iris que unía los dos soles”. Un hecho del que quedó constancia por escrito y que en realidad se trataba de un parhelio, que es un fenómeno óptico asociado con la reflexión y la refracción de la luz, producto de una gran cantidad de partículas de hielo en las nubes en forma de cirro. Ahora hace frío, pero entonces hacía más. La cita está recogida por mi amigo Ángel de Juan del libro de Romerías de la Alcarria Alta.



Pero por si este misterio fuera poco, hace un siglo y un decenio, en 1905, fue asesinado en este paraje el beato Bibiano Gil a manos de un pastor y de su mujer que vivían en el piso inferior del edificio adosado a la ermita donde habitaba el beato. El pastor confesó el crimen el mismo día que apareció el cadáver de Bibiano en la Cueva del Fraile, distante a algo más de un kilómetro de la Cueva del Beato y situada en la Serrezuela de Val de San García. No se llevaban bien pastor y beato y la cosa acabó como acabó. Hoy estas historias sirven de reclamo para visitar un lugar agradable con unas interesantes vistas al corazón de la Alcarria.




De regreso al pueblo hay varios restaurantes donde comer en Cifuentes, por estas páginas ya han aparecido algunos. Os aconsejo tres: Los Gallos, Casa David y La Esquinita, en cualquiera comeréis bien y os llevaréis un buen sabor de boca, os lo seguro.