martes, 8 de julio de 2014

Santamera, el cañón del río Salado


En Guadalajara tenemos una playa de agua salada. No me refiero al “Mar de Castilla”, nombre algo “pop”, por no decir hortera, con el que se bautizó en los años 70 a los embalses de Entrepeñas y Buendía en Sacedón. Hablo de un paraje más que recomendable situado en plena sierra, entre Siguënza y Atienza, concretamente en el término municipal de Riofrío del Llano, en la pedanía de Santamera.


En Guadalajara casi todo el mundo ha oído hablar de El Atance. Su iglesia fue desmontada piedra a piedra y trasladada a un barrio nuevo de Guadalajara. El pueblo fue anegado por un pantano y, en recompensa, le pusieron su nombre. Lo más triste de todo es que nadie sabe para qué se hizo este embalse. Sus aguas no son aptas para beber porque pertenecen al río Salado, y el nombre ya nos da una pista. Y en cuanto al riego, no existe en decenas de kilómetros a la redonda ningún desarrollo de cultivo en regadío. Vamos, que se cargaron un pueblo, que aunque casi ya deshabitado tenía su historia y su alma, y dejaron a los que allí nacieron sin referente por el capricho de vaya usted a saber quién.



La ruta de hoy transcurre entre Santamera y la cola del pantano de El Atance. Un recorrido de poco más de dos horas, ida y vuelta, en el que iremos acompañados de los buitres que anidan entre las piedras que flanquean el paso del río, que baja rumbo a su tumba. Para llegar hasta el pueblo recomiendo el camino menos rápido, es decir, la carretera que desde Baides pasa por Viana de Jadraque, Huérmeces del Cerro y desde allí a Riofrío y Santamera. Si me hacéis caso disfrutaréis, sin salir del coche, de una ruta preciosa que os dispondrá para lo que viene después. Por cierto, antes de entrar en  Huérmeces encontraréis un letrero que avisa de una fuente romana, parad y echad un vistazo.



En Santamera viven cinco personas, pero cada vez son más los que acuden los fines de semana para pasear por los barrancos del río o para hacer escalada. El camino sale al final del pueblo y avanza siempre dejando el río  a mano derecha, hasta pasar por las inmediaciones del cementerio y salir junto a unas rocas desgastadas por la erosión del agua que irán, poco a poco, ganando terreno al camino. Si miramos al cielo veremos las buitreras y escucharemos el graznido de las crías de los buitres leonados.







Una vez hemos andado algo más de diez minutos, cruzaremos el río en un vado marcado por piedras, que si el cauce no baja muy potente, nos permite atravesar sin mojarnos los pies. A partir de ese momento, caminaremos aguas abajo con el río a nuestra izquierda, entre un cañón de piedras rojizas y blancas por un camino flanqueado por pequeños álamos que apenas dejan pasar el sol.






No hay prisa, parad, mirad arriba y abajo, a derecha y a izquierda, haced fotos, incluso acercaos a la orilla y disfrutad con la enorme variedad de plantas, árboles y arbustos que pueblan la ribera. No voy a enumerar sus nombres, son muchos y este blog no es una enciclopedia, pero esta ruta con la que terminamos esta temporada es un abanico de sorpresas.




Y para no dejar de sorprenderos hoy, no propongo un restaurante en Santamera, porque no hay ni bar, ni siquiera os aconsejo ir a Atienza, Sigüenza o Imón, que están relativamente cerca. Si disponéis de tiempo acercaos a  Campisábalos. Supone media hora más de coche, pero disfrutaréis de una comida excelente en el Restaurante El Mensario. Después, podéis aprovechar la sobremesa para recorrer el Centro de Interpretación.




Hace un año se abrió al público esta interesante apuesta de turismo rural en la que se combinan la gastronomía, el alojamiento y la promoción en un solo edificio, de piedra y bien construido, en torno al pueblo de Campisábalos, la sierra y el famoso Mensuario de la capilla de san Galindo.  Una buena idea que sin embargo está teniendo algunos problemas, no por falta de público, ni de profesionalidad de quienes lo regentan, sino por la calefacción que, según parece, debe de arreglar el Ayuntamiento y no lo hace. Esperemos que lo haga antes de que estos emprendedores, de los que tan necesitados está el mundo rural, se cansen y se vayan a otro sitio. Cuitas aparte, os recomiendo la carne a la brasa, da igual el animal, el rabo de toro, espectacular, las abundantes ensaladas,  los garbanzos con bacalao y los postres caseros y ricos. Hay menú del día pero, podéis estar tranquilos, la relación calidad precio de la carta os va a sorprender muy gratamente.




Nos vemos a la vuelta del verano, allá por el mes de septiembre, buen verano y aprovechad para haced las rutas que os hayáis perdido esta temporada, Guadalajara sí que es diferente.


martes, 1 de julio de 2014

¡Ya tocaba Sigüenza!


La ruta de hoy será urbana, pero la vamos a hacer por una de las ciudades más bonitas de Epaña: Sigüenza, y no es chauvinismo. La primera recomendación que hago al llegar a Sigüenza es parar el coche en la parte baja, en las inmediaciones de la alameda que se encontrará a los pocos metros de pisar el pueblo, y realizar un meticuloso recorrido a pie por sus calles. Cada rincón, cada cornisa, cada puerta, cada fachada, son una obra de arte. Por muchas veces que el viajero venga a este pueblo, nunca dejará de encontrar detalles que no había visto con anterioridad. Sigüenza fue desde antiguo una ciudad de obispos y artistas que se conserva hoy en día gracias al cuidado meticuloso que los vecinos han tenido siempre por conservar los vestigios medievales.



Si la aparición de la ciudad, recostada sobre el hondo valle del Henares, ya es en sí mismo un espectáculo inolvidable, con los torreones de la catedral y del castillo sobre los rojos tejados; el entorno de las calles y de los palacetes no lo será menos.



Una visita obligada es la catedral, obra de estilo románico y gótico cisterciense. Su planta es de cruz latina, y en el exterior destacan las fuertes torres, semejantes a defensas castilleras. Sobre el muro del mediodía aparece un esbelto rosetón. En el interior, sobresalen los grupos de pilares y columnas que alcanzan la bóveda abierta como una palmera de piedra en la altura. Es hermosa de verdad.


Dentro del templo hay que ver las capillas de San Juan y Santa Catalina, donde están los sepulcros de la familia Arce, sobre los que destaca el de Martín Vázquez de Arce, El Doncel, caballero santiaguista que murió en plena juventud luchando por la conquista de Granada. la talla es de alabastro y está considerada una de las joyas de la escultura mortuoria de todos los tiempos. Para contemplarla hay que sacar una pequeña entrada que incluye un cicerone que va detallando y explicando una por una todas las riquezas de esta catedral, al mismo tiempo que da derecho a entrar al museo episcopal, donde se recogen piezas de variado estilo, que en su mayoría estuvieron albergadas en las innumerables iglesias de la provincia, muchas de las cuales acabaron destrozadas por el furor de las guerras o por el abandono de sus vecinos.


Hay otras capillas en la catedral que merecen ser visitadas, por sus espectaculares verjas de hierro, sus retablos o sus enterramientos, como la de San Pedro o la Inmaculada. En el brazo norte del crucero destaca el altar de Santa Librada, obra renacentista de talla y pintura de comienzos del siglo XVI, así como el adyacente mausoleo de Don Fadrique de Portugal. En el deambulatorio se abre la puerta de la famosa Sacristía de las Cabezas, donde luce con esplendor el mejor estilo plateresco español, obra de Alonso de Covarrubias, y donde puede verse su larga bóveda de cañón cubierta en varios tramos por más de trescientos medallones de cabezas diferentes, de gran expresividad. En el mismo recinto hay que fijarse bien en una reja de Hernando de Arenas, y en la capilla del Espíritu Santo, magnífico conjunto de iconografía religiosa del siglo XVI. En la capilla mayor de la catedral existe otra magnífica reja.







En el museo, frente a la catedral, hay una enorme cantidad de piezas cuya relación sería interminable. Recordar simplemente una Inmaculada de Zurbarán, que estuvo en tiempos en Jadraque y que perteneció a Jovellanos, la impresionante custodia catedralicia y numerosas obras de Martín Jimeno. Otra recomendación: visitad el Museo de la Vihuela ubicado en la Casa del Doncel, centro de cultura que merece la pena visitar, tanto por la propia arquitectura medieval del edificio como por el museo que recoge el legado y el taller de José Luis Romanillos, uno de los luthiers más reconocidos del mundo, que vive en un pueblecito cercano a Sigüenza ya jubilado.





En Sigüenza existen otras dos iglesias de estilo románico, además de los vestigios de la catedral. Se trata de la iglesias de San Vicente y de Santiago. Entre los edificios civiles destacan la antigua cárcel y ayuntamiento; el seminario de San Bartolomé, obra barroca y la antigua universidad, hoy palacio episcopal, edificio del siglo XVII recientemente reformado. La Plaza Mayor es una de las piezas más sobresalientes del estilo castellano, rematada por el hermoso conjunto de la catedral y el edificio renacentista que acoge el actual Ayuntamiento. También merece una visita detallada el barrio barroco de San Roque y la ya mencionada alameda, centro veraniego de la ciudad y lugar de encuentro durante las fiestas.


Sin duda el edificio civil más destacado es el Castillo de los Obispos, que está totalmente restaurado y adecuado como Parador Nacional. Se trata de una fortaleza de grandes dimensiones, que sirvió de residencia durante largos siglos a los obispos de la ciudad. Se accede a él por el extremo norte, a través de las torres del obispo Girón de Cisneros, y en su interior destacan el ancho patio, la capilla, el salón de Doña Blanca y el salón de Justicia, entre otros.


De la muralla, la parte más antigua fue levantada por el obispo Don Cerebruno, mediado el siglo XII para rodear el castillo en la cuesta que desciende hacia el río. De sus puertas, unas desaparecidas por inútiles o molestas, otras sumidas en las edificaciones que fueron surgiendo sobre el muro, quedan hoy el portalón de hierro, en la Travesaña Alta, que servía de entrada accesoria en la parte más alta de la primitiva ciudadela. Más abajo de la cuesta se encuentra el Portal Mayor, que fue el acceso principal durante la Edad Media. Y por el costado de Levante, sobre el arroyo del Vadillo, se ve la Puerta del Sol, que fue un simple postigo, utilizado para salir a la Cañadilla desde la Plaza Mayor.



Sigüenza también es capital de la artesanía provincial y quien busque podrá encontrar una valiosa cerámica y alfarería popular realizada por artesanos asentados en la ciudad o en pueblos aledaños, que aprovechan el tirón turístico de Sigüenza para exponer comercialmente sus piezas.


Hay varias tiendas de antigüedades, y dos trabajos artesanos propios de la tierra. Por un lado los espejos y marcos seguntinos, hechos con cobre y latón, con un original aire medieval de tonos dorados, que se podrán encontrar en cualquier tienda, pero que si se quiere se puede visitar el taller en la carretera que atraviesa la vía del tren, detrás de la estación de ferrocarril, rumbo hacia Atienza. Frente al taller artesano, otras dos industrias típicas, la creación de botas y pellejos de vino hechos en Sigüenza y el envasado de miel y jalea extraído de las colmenas serranas.


Pero tal vez el artesano de más renombre sea el cincelador Mariano Canfranc. Un veterano artesano que realiza auténticas obras de arte de una originalidad manifiesta a base de paciencia, golpeando con su cincel el cobre y el latón. Paisajes, retratos o bodegones de una calidad excelente, que difícilmente se encontrará en otro punto de España. Un recuerdo que merece la pena.
Y ahora toca tomar un aperitivo en los bares y mesones de la Alameda o en la plazuela de la Cárcel. Y para comer, Sigüenza cuenta con varios restaurantes, además del Parador, donde poder degustar los platos típicos de la zona. El omnipresente cordero asado o cabritillo, las judías alcarreñas, las migas de Sigüenza, las codornices estofadas, los conejos de monte, las truchas del río Dulce, las setas de cardo en otoño y los cangrejos de río, son algunas muestras de su rica gastronomía. Los dulces están representados por las famosas yemas del Doncel y por los bizcochos borrachos.



Hoy recomendamos dos restaurantes: Sánchez, junto a la Alameda, comida casera  y extraordinaria relación calidad-precio. Y, por supuesto, El Doncel, un templo de la gastronomía no sólo provincial, nacional. Un establecimiento donde, sin olvidar las raíces, se lleva a cabo una cocina elaborada con originalidad y honradez. En la carta hay un apartado para la tradición: patata trufada y huevo de corral sin estrellar, croquetas de boletus, asado de cabrito y cordero y bacalao confitado, entre otras maravillas; y un apartado para la innovación: manitas de cerdo rellenas de hongos, callos de bacalao en guiso de garbanzos o vieiras en ceviche. ¡Un espectáculo!