miércoles, 26 de junio de 2013

El barranco del "Montesino" y el chozo del resinero

En una vaguada del río Arandilla, entre el pueblo de Cobeta y el valle de Ablanque, hay una ermita a la que acuden en romería hasta nueve pueblos. En ella se venera a Nuestra Señora de Montesinos, y como todas las advocaciones marianas tiene su milagro o leyenda. Dicen que la ermita la construyó un terrateniente y capitán moro, convertido al cristianismo, cuando vio el milagro que la imagen de la Virgen hizo en una niña manca de la zona. ¿Será verdad?


Hasta hace pocos años,“El Montesino”, que es como se conoce al paraje en esta zona de la provincia de Guadalajara, que en tiempos perteneció al Ducado de Medinaceli, tenía su santero. Se llamaba Francisco Checa y cuidaba de la ermita, tenía limpio el entorno y escribía unos versos interminables a la sombra de las rocas caprichosas de este pequeño cañón. Quien se acercaba recibía una estampa de la Virgen y un poema escrito o recitado, según la ocasión. Era la manera que tenía Francisco de pagar su culpa. Una losa que soportaba desde los tiempos de la Guerra Civil cuando, estando en el frente con los nacionales, no se le ocurrió otra cosa que entrar en la iglesia de Bustarviejo y descolgar el Cristo. Le hubiera costado la cárcel o algo más si no le llegan a dar por loco. Un mal aire, un arrebato decía él, que le llevó en el año 1940 de santero a su pueblo hasta que las piernas ya no le permitían andar y recorrer los cinco kilómetros que separan Cobeta de Montesinos.
Os puedo asegurar que cuando se conoce este rincón de la provincia de Guadalajara, para unos molinés y para otros todavía no, se tiene envidia del bueno de Francisco y del más de medio siglo que pasó en este barranco, versión reducida del  Barranco del río Gallo o Barranco de la Hoz, junto a Corduente, y al que nos acercaremos en otra ocasión.


Entre los caprichos que el viento y el agua han labrado en las rocas que flanquean el río Arandilla, hay quien ve la cara de un indio, o la cara de Francisco vigilando la ermita. Son cosas de la imaginación, de concederle a la Naturaleza propiedades humanas. No siempre el arte procede de las manos del hombre. En cualquier caso, ahora que ya estamos en época de calores, pasearse por las sombras del Montesino, escuchar el rumor del agua y ver a los cangrejos correr por las orillas y a las truchas brincar entre las cantos, es un recreo para los sentidos, una recomendación que hago desde estas páginas a todos aquellos que quieran conocer en profundidad la provincia de Guadalajara.


Para llegar a Montesinos se puede ir en coche, tomando a mano izquierda el cruce que sale de la carretera que desde Mazarete lleva a Cobeta. Al llegar al río, una señal indica el paraje, entonces se deja el asfalto y se toma una pista en buen estado que nos acerca al pie de la ermita.  No tiene pérdida porque en la bifurcación, al tomar el desvío por carretera, hay una caseta de protección para los vecinos que esperan el autobús. Ahora bien, quien quiera respirar el aroma de los pinos en esta época del año, puede ir andando desde Cobeta. Es una hora larga de camino, pero una hora más que aprovechada entre pinares y descampados por uno de los términos municipales más espectaculares de Guadalajara. Señores, estamos en el Alto Tajo!


Cobeta, además de tener una alcaldesa joven y simpática que cuida de su pueblo como si de un chico pequeño se tratara, tiene una fisionomía singular. Las casas del pueblo y las viejas cercas para el ganado se dejan caer por la falda de una ladera mimetizándose con el color de la tierra, labrando un paisaje peculiar y hermoso. Un mirador natural que se enfrenta a los restos de un viejo castillo, una vieja torre de vigilancia, hoy convertida en sala de exposiciones desde donde puede observarse la variedad del entorno. 


Cereal, pinos, rocas y encinas rodean Cobeta, pueblo fresco y sano, ideal para escaparse un fin de semana desde la ciudad. Si os animáis, hablad con el Ayuntamiento que, entre un puñado de buenas iniciativas para favorecer el turismo, alquila apartamentos y casas bien equipadas y restauradas con gusto a precio más que asequible. 

Cobeta está a menos de dos horas de Madrid y poco más de una hora desde Guadalajara, por la A2, cruce de Alcolea del Pinar, N-211 o carretera de Molina de Aragón o de Teruel, hasta Mazarete y desde allí la carretera nos lleva a Cobeta pasando por las instalaciones de la Fundación Apadrina un Árbol, una zona de recreo donde se ofrecen campamentos veraniegos para niños y jóvenes y un punto de encuentro para empresas y particulares. Una buena iniciativa que se conoce poco y que bien merece la pena.


Los pueblos y el paisaje de toda esta comarca de los pinares del Ducado de Medinaceli, tierra de resineros, carboneros y leñadores, también de ganaderos, madereros y carpinteros, merecen más de una visita. Os animo a que reservéis un fin de semana para empaparos como Dios manda de una zona llena de sorpresas, arroyos que transcurren por vallejos casi inaccesibles, ermitas camufladas, pueblos mimetizados y miradores naturales que nos muestran la grandeza de un paisaje, castigado hace años por el fuego, pero que ya ha recuperado su esplendor.



A uno de los sitios que debéis acercaros, sin dudarlo, es a Olmeda de Cobeta, allí está El chozo del Resinero, una de esas apuestas por el turismo rural que no para de ganar adeptos. Un lugar donde hospedarse y donde comer una de las mejores carnes de la zona. Su dueño fue resinero y hoy comparte su tiempo entre el local y la labranza de la piedra. 



Con sus manos, grandes como serones y acostumbradas al trabajo, es capaz de dar vida a los pedruscos que encuentra en sus paseos por los alrededores de la Olmeda. Si tenéis ocasión de charlar con él hacedlo, os contará gustoso las peripecias de viejo resinero, un oficio perdido durante años y que parece remontar en estos tiempos de crisis. Venid a los pinares y os pasará como a muchos de los que lo  hicimos por primera vez hace ya muchos años, que la resina ya no dejará que os despeguéis de esta tierra, una tierra que venera al dios árbol, puerta de entrada al Parque Natural del Alto Tajo.



Por cierto, varias de estas fotos maravillosas no son mías, son de David Ronquillo que me las ha prestado generosamente. Gracias.


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5 comentarios:

  1. Hola Pedro.

    Soy David, el de las fotos, muchas gracias por usarlas para ilustrar tu magnifico reportaje, y dar a conocer estos bellos y desconocidos rincones.
    Un saludo

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  2. "Rutas Turísticas originales y personales para viajar por la provincia de Guadalajara. Dónde comer y qué visitar de la mano de un EXPERTO"

    Muy buen blog VAGABUNDO

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  3. Hola, preciosa entrada sobre uno de los lugares que llevo en el alma desde el primer día que puse los ojos en este lugar( hace tanto que ya no me a cuerdo) y desde entonces me acompaña. Me ha gustado la alusión a Francisco el santero como le conocemos, hombre singular donde los haya, pero eso sí era el alma de este rincón que cuidaba con mimo y hoy el paraje seguro le encuentra a faltar. Sobre la piedra del indio que hace mención, le comentaré que si no la vio es por no encontrarse Francisco para enseñárselo, pues ciertamente se ve un indio en la fisonomía de la roca. Hace años mi marido fue el primero a quien Francisco se lo enseño para hacer una fotografía.
    Reciba un cordial saludo desde Barcelona.

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  4. «Para unos molinés y para otros todavía no», dices; para casi todos, molinés, para los iletrados todavía no, supongo que querías decir. O «esta zona de la provincia de Guadalajara, que en tiempos perteneció al Ducado de Medinaceli». ¿Qué tiempos son ésos? Porque Cobeta (y el Montesinos), pertenece a la Sexma del Sabinar desde que Manrique de Lara fundó el Señorío, y lo demuestran los sexmeros y repartidores que desde siempre ha aportado. Es más, en el propio Fuero de Molina se detallan los límites territoriales del Señorío, y éstos alcanzan los despoblados de Bestradiel y Galliel, cerca de Luzón, y Santa María de Almallaf, en Saelices de la Sal. Así que el Montesinos ya no es que no haya sido nunca del Ducado de Medinaceli, es que ni siquiera ha limitado con éste.

    En resumen: de Ducado de Medinaceli, nada, y de Alcarria, mucho menos; si nos ponemos puntillosos, ni Guadalajara —digáis lo que digáis los panalcarreñistas que metisteis de rondón al Señorío en vuestro engendro provincial en 1833 contra toda razón y derecho—. ¿Donde te regalaron el doctorado no te comentaron siquiera que hay que verificar las fuentes? Tenía entendido que, incluso en esos tenderetes que en España llaman universidades, mencionaban algo al respecto.

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