martes, 13 de enero de 2015

De Muriel a Peñamira


No sólo los monasterios están ubicados en rincones privilegiados, también los pantanos. En Guadalajara contamos con un buen número y he de reconocer que todos merecen una visita. Pasear por sus inmediaciones, a ser posible lejos del dique, permite descubrir paisajes como el que el río Sorbe brinda al convertirse, por imperativo legal, en el embalse de Beleña. De todos los accesos posibles a este remanso de agua y paz hoy os propongo el recorrido que desde el pueblo de Muriel se acerca a la ermita de Peñamira.



El trayecto se cubre en 90 minutos de ida y otros tantos de vuelta por la misma pista. Hay una posibilidad de volver por una senda que discurre junto al río, pero suele estar cubierta por el pantano, sobre todo en esta época del año, y eso puede obligarnos a desandar el camino andado, así que mejor será ir sobre seguro. Se me olvidaba, os aconsejo acercaros a Muriel, de dónde arranca la ruta, por Arbancón, el entorno es una delicia.


Desde que salimos de Muriel, el camino hacia la ermita, que sale junto a las pistas deportivas, es una sucesión de pequeños toboganes. Subidas y bajadas continuadas pero muy asequibles. No es aconsejable llevar carrito de niños porque el firme aunque en perfectas condiciones para andar, tiene grietas causadas por las pequeñas torrenteras que dificultan la circulación de las ruedas.


En cada otero es recomendable volver la cabeza y disfrutar las vistas que nos brinda el monte de encina y carrasca primero, y pino después en torno a las Cabezuelas. Durante la primera hora no vemos el agua, pero disfrutamos del vuelo de las águilas, del olor del monte y la variedad de arbustos y matojos. Si con el sol del invierno el paseo se disfruta, en verano con el frescor de la mañana o al atardecer es motivo más que suficiente para comprarse casa en Muriel. Venden solares.


Pero sin duda lo más reconfortante está por llegar. Las primeras vistas del pantano, entre pinos y jaras, son como una aparición. El cielo se mezcla con el agua en una inmensa laja azulada y gris que sorprende por su dimensión. Como el mar, es un paisaje monótono solo en apariencia, porque de pronto descubrimos pequeñas calas escondidas, resguardos de roca y monte, donde los árboles y las piedras caprichosas son capaces de pintar cuadros obvios pero hermosos.




Poco a poco nos acercamos a la ermita y es el momento de parar, sentarse en la explanada, echar un trago y mirar a izquierda y derecha. Nada estorba, todo está perfectamente situado para que no queramos irnos. El sol ayuda a que nos embriaguemos de agua y de monte. Realmente el paseo ha merecido la pena.



La ermita de Peñamira es de nueva construcción (1997) y sólo algunos sillares pertenecen a la primera edificación románica que contaba con una talla de una virgen de madera que se perdió en la guerra del 36. La talla actual es de escayola y sólo puede verse en días señalados, aunque en el bar del pueblo, “Mirador de Muriel”, hay una réplica pintada sobre una teja que nos ayuda a hacernos una idea. A este local iremos  a parar cuando no tengamos más remedio que regresar. Pero no tengáis prisa que nunca cierran.



En el “Mirador de Muriel” si llamas antes por teléfono (949 85911) te preparan comida de encargo, sobre todo asado y paella, son expertos. Pero suele haber morcillas,  lomos y chorizos de matanza, níscalos en temporada y buenas ensaladas. Algún día alguien tendría que homenajear a estos hosteleros que mantienen abiertos los bares de los pueblos y vivas las tertulias y las partidas de cartas, y donde dan de comer a los transeúntes y a quien lo pida con generosidad y pulcritud.




Si buscan un restaurante más al uso hay que irse a Arbancón, el hostal restaurante El Balcón tiene un menú del día por 15 euros y tiene fama de haber hecho buen asado, aunque todo parece indicar que ha habido cambio de rumbo. Es otra opción, aunque por nostalgia, prefiero la primera. ¡Salud!

No hay comentarios:

Publicar un comentario