“Arándano, tejo, quejigo y sobre todos ellos el dios Ocejón. Dos mil metros de piedra negra, vigilando el macizo de Ayllón, que sirven de frontera entre tres provincias, tierra de corderos, corzos y gorrinos. En las invernales canas del Ocejón un Dios niño reposa sobre la cumbre velando todo un año por nuestras conciencias. A sus pies, entre arroyos y pinares, coquetea el Sorbe; chorreras y pimplones salpican sus aguas picaronas haciendo del joven adolescente un río mozo. Ya será casi un hombre al dejar la sierra”.
Me
cito, es lo que tiene coger cierta edad y haber andado tanto por estas tierras
de Guadalajara. Me gusta aquello que escribí hace unos años sobre la madre de
todas las rutas: el ascenso al Pico Ocejón, por eso me pongo un pelín pedante.
Como
os podéis imaginar, la ruta de hoy es apta sólo para personas con un buen
estado de salud, aunque tampoco hay que ser un atleta, ni mucho menos. Además
siempre aconsejo lo mismo, cuando uno ya no disfruta del paseo se para, observa
el paisaje, descansa y da marcha atrás. Pero hoy quiero hablar del Ocejón
porque este domingo, las buenas gentes del Club Alcarreño de Montaña con mis
amigos Ángel de Juan, que me ha prestado la mayoría de las fotos, y Pepa,
subirán un año más al Pico Ocejón, oirán una Misa e instalarán un Nacimiento testimonial
en recuerdo de los amigos montañeros que ya no están. No podré acompañarles
esta vez pero lo he hecho en otras ocasiones.
Encontrar
hueco en el autobús que fleta el Club Alcarreño de Monataña suele ser
complicado porque se llena con mucha antelación, pero podéis intentarlo. Si os
acercáis por vuestra cuenta hay que madrugar. Os aconsejo que empecéis a subir
entre las 9 y las 9,15 de la mañana. No estaréis solos y el ascenso, calcular
unas tres horas, lo marca un buen grupo de animados montañeros que van cantando
según ascienden y mientras les dura el resuello. Se puede subir desde Valverdede los Arroyos o desde Majaelrayo. Desde Majaelrayo sube más gente, el camino
está más animado y, para algunos, es menos duro… La experiencia me dice que se
llevan poco los dos recorridos.
En
la región hay picos más altos, más aireados y de mejor estampa, pero el Ocejón
es el señor de Guadalajara y eso nadie se lo puede discutir. Por él suben los
montañeros que quieren bautizarse en caminos y escaladas, o simplemente aquellos
que pretenden ver la vida desde otro punto de vista. En invierno permanece
nevado durante varios meses. Ahora lo está, por lo tanto es obligatorio echarse
unas buenas botas y ropa de abrigo. Tiene una altitud de 2.048 metros y, como
todos los mitos, tiene su propia leyenda.
Cuentan
que una madre tenía tres hijos que siempre andaban a la gresca. Se pegaban
continuamente sin que ella pudiera hacer nada. Un buen día, la madre se hartó
de tanta fiereza y decidió convertirlos en montañas, de forma que pudieran
verse, pudieran hablarse a través del viento, pero nunca se tocaran. Estas tres
montañas son el Pico Ocejón, la Sierra del Alto Rey situada algo más al norte,
a 25 kilómetros en línea recta, y el Moncayo, ya en la provincia de Zaragoza.
La majestuosidad de estas tres grandes montañas ha despertado durante siglos la
imaginación popular.
Es hora de ascender. Según lo hacemos se van cubriendo etapas bien marcadas: Peñas Bernardas, Ocejoncillo, el Nevero y después el Pico, con su choza preparada para el Belén, que mañana servirá de altar, y el monolito que nos indica el valor cartográfico y estratégico de esta montaña.
Desde
lo alto del Pico Ocejón se ve toda la provincia de Guadalajara y parte de la de
Soria, Segovia y Madrid, incuso de Zaragoza si se tienen buenos prismáticos.
Debajo se ven, como manchas esparcidas por los valles, todos los pueblos de la
Sierra Negra.
Hacia
el este, Valverde, con sus arroyos y sus turistas; junto a él Zarzuela y Umbralejo,
un pueblo que estuvo muerto para siempre
y que ahora está vivo a ratos, a veces y a destiempo. Tras él se nos encara
Almiruete, rodeado de senderos, laderas y árboles de encopado ramaje. A lo lejos se ve Tamajón, considerada la
capital de la comarca del Ocejón. Si agudizamos la vista veremos entre enebros
y peñascos la ermita de la patrona de la localidad: la Virgen de los Enebrales.
Ya destruído, puede verse a las afueras del pueblo el convento de franciscanos
que estuvo en pie hasta la Desamortización de Mendizábal en el siglo pasado.
Si
desde el Pico nos asomamos hacia el oeste vemos que una carretera cruza el
valle y pasa cerca de un ramillete de pueblos levantados con piedra de pizarra:
El Espinar, Campillejo y Campillo de Ranas. Bajo nuestros pies se encuentra Majaelrayo,
de donde hemos partido. Por su situación es, junto a Valverde de los Arroyos y
Campillo de Ranas, uno de los puntos turísticos preferidos por las gentes que
se acercan a saborear los paisajes de la Sierra Negra. Aunque algunas de sus
casas han perdido, por dejadez, el carácter típico de la vivienda de pizarra
que se ve en localidades como La Vereda o Campillo, sigue siendo bella.
Al
mirar hacia Majaelrayo, si nos fijamos bien, se ve que parten dos pistas, una
de ellas asciende al Puerto de La Quesera, atravesando el parque natural de
Sonsaz, cruza por las crestas de la serranía de Ayllón y en su recorrido ofrece
unas vistas impresionantes. Desde allí se llega al límite con la provincia de
Segovia, concretamente a Riaza, pasando previamente por la estación de esquí de
La Pinilla. Son algo más de treinta kilómetros desde Majaelrayo, que recorreremos
en otra coasión.
Además
de un buen número de pueblos, desde el Ocejón se ven ríos, pantanos, ciudades y
los reflejos de los rascacielos de Madrid a lo lejos. Es la vista más hermosa
de toda la provincia de Guadalajara y bien en una mañana clara de invierno,
bien en el comienzo de la primavera, cuando el calor todavía no levanta la
bruma, es una asignatura pendiente de cualquiera que pretenda sentir en toda su
grandeza la belleza y la diversidad de esta provincia.
Tras
el éxtasis nos toca bajar. Son casi dos horas y media de caminata. Recomiendo
hacerlas despacio, sobre todo al principio. El suelo es algo resbaladizo en
este tiempo y las rodillas acaban resintiéndose. Hay que mirar al suelo por
seguridad pero, de vez en cuando, hacedme caso, levantad la vista y disfrutad
del paisaje, es un consejo. Cuando menos lo esperemos hemos llegado y toca echar
un trago de agua en la fuente, una cerveza y comer en el Mesón Jabalí de
Majaelrayo, donde se come buen cabrito, buen cordero y un excelente chorizo
casero. Os recomiendo calentaros en su lumbre, que siempre está encendida y
disfrutar con su cocina sencilla, pero muy serrana e ideal para reponer fuerzas.
También se come dignamente, e incluso más que dignamente, en los restaurantes de
Valverde de los Arroyos, Campillo de Ranas o Campillejo. Es un día de mucha
afluencia de público y toca comer donde se encuentre hueco. Llamad antes y
ánimo que, aunque cuesta, El Pico Ocejón se acaba subiendo.
¡FELICES FIESTAS! Nos vemos con nuevas rutas el día 8 de enero.
¡FELICES FIESTAS! Nos vemos con nuevas rutas el día 8 de enero.
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