martes, 7 de enero de 2014

Tierzo y la "madina al-mallaha"




 

Me sugieren varios amigos, fieles seguidores del blog, que dedique alguna entrada a rutas que se puedan hacer con la familia, acompañado de niños. No es fácil encontrar paisajes  “mágicos”, fuera de un casco urbano y tan accesible como para poder llevar el carrito. Pero Guadalajara es tan variada que también los tiene. Hoy os recomiendo un sencillo, entretenido y sorprendente viaje a Tierzo y a las salinas de Armallá, con un apéndice: El Barranco de la Hoz.



En Molina de Aragón se quejan de que habiendo la misma distancia desde Guadalajara hasta Molina, que de Molina de Aragón a Guadalajara, los guadalajareños no frecuentan mucho esta tierra “porque está lejos”, mientras que los molineses hacen poca pereza para acercarse a la capital. El espectacular cañón del río Gallo está a una hora de Guadalajara y si todavía existe algún alcarreño, aunque sea de adopción, que no conoce esta insignia provincial, tiene todo un año por delante para hacerlo. Difícilmente encontrará mejor propósito para 2014.

Pero vayamos paso a paso y antes de acercarnos al monasterio de Nuestra Señora de la Hoz os aconsejo una visita y un paseo por Tierzo y las ruinas de Armallá. Tierzo es un pueblo pequeño con una iglesia interesante del siglo XVI, que en su interior conserva un retablo del XVII con pinturas barrocas. Tanto el pueblo como el entorno invitan al paseo. 




Las casas son sencillas, salvo un par de excepciones, pero el cuidado y el empeño de sus vecinos han hecho que las calles, las casas y los edificios emblemáticos: el horno, el Ayuntamiento o la fuente, se hayan construido o reconstruido con ganas de agradar e intención de perdurar. No se hacen igual las cosas cuando el responsable municipal de turno piensa en las próximas elecciones, que cuando lo hace pensando en las próximas generaciones. En Tierzo tienen suerte.




Desperdigados por el municipio se pueden ver las peculiares zahúrdas, viejas cortes de los cerdos reconstruidas y convertidas en iconos visitables. Se trata de unas sencillas muestras de la arquitectura popular que nos recuerdan otras épocas, otros modos de vida y una economía de subsistencia que obligaba a mantener cerca de casa a los animales necesarios para comer. Hasta no hace mucho tiempo, cerdos, gallinas y cabras formaban parte del paisaje urbano de todos estos pueblos.




Tras pasear por las calles y pedir a algún vecino que nos informe sobre cómo podemos ver el Ayuntamiento y el horno por dentro, no os vayáis sin verlos, cogemos a los niños, si es el caso, y nos acercaremos tranquilamente hasta las ruinas de lo que fue el pueblo de Armallá. El camino sale de la parte baja, junto al río Bullones, poco más que un arroyo, y cerca de unas pistas deportivas. Al dejar el pueblo inicia un pequeño ascenso por una de las colinas, y nos muestra al fondo la que se conoce como Casa Grande, Vega de Arias o Casa del Cid. Un viejo edificio medio arruinado que todavía conserva parte de lo que fue un palacete del siglo XIII con restos de muralla. Lo veremos de cerca cuando nos acerquemos, en coche, hasta el Barranco de la Hoz.






El camino que lleva hasta el despoblado de Armallá es tranquilo, cómodo y permite ver de cerca la austeridad del paisaje molinés a base de estepa, rocas y cereal. Media hora escasa de paseo que nos cruza al otro lado de la colina y bordea un ramillete de casas destruidas que, junto a una fuente y un lavadero, todavía conservan el agua y la prestancia de antaño.





Abajo, se ve la hermosa estampa de “madin al-mallaha”, el poblado de la sal. Un recinto de extracción salina que se remonta a los celtíberos y que ya usaron romanos y árabes. A la época de Carlos III (siglo XVIII) se deben los impresionantes edificios levantados junto al manantial salino, uno de los más preciados de Castilla. En su extracción se conseguían hasta  18.000 fanegas anuales, de ahí que figure como uno de los tesoros históricos de la tierra molinesa en el Fuero del siglo XII.





El edificio principal, separado de las salinas por la carretera, fue construido en el siglo XVIII, como lo indica una lápida en el frontal de la puerta de acceso. Su aspecto externo es espectacular y, además, muy funcional. Es de planta casi cuadrangular, con unos cuarenta metros de lado, y su interior está totalmente diáfano. Muestra el armazón de madera de la techumbre completamente al descubierto, sujeto por veinticuatro grandes columnas, cada una de una sola pieza de madera y una altura, en las más altas, de aproximadamente catorce metros. Todo un espectáculo interior. 





Los muros son de cal y canto, ofreciendo unos contrafuertes exteriores en forma de bóvedas de medio cañón para evitar las tensiones laterales, que semejan las de una iglesia de gran envergadura. En la parte que da a los manantiales salinos se abre un porche cubierto donde descargaban los carros de sal. ¡Tocad la madera, es una sensación curiosa! Debido al contacto durante siglos con la sal ha adquirido una textura aterciopelada extraña y original.




Para poder visitar las salinas y sus edificios hay que pedir la llave en el Restaurante Casa Rural Las Salinas. Os aconsejo que llaméis antes por teléfono para encargar la comida y fijar la visita. Seguro que os daréis cuenta, al bajar desde Armallá, que junto al restaurante hay un corral con decenas de gallinas, algunas pintureras y casi de exposición. Yo no puedo resistirme, si veo que un restaurante tiene gallinas pido huevos fritos, y si tiene huerto: patatas fritas, verdura y ensalada. Además, el restaurante Las Salinas tiene una buena cocina casera, un local bien acondicionado que entusiasmará a los amigos de la caza y un hogar con una lumbre siempre viva, que reconforta a los muertos. Comed lo que haya, huevos y lomo escabechado siempre hay, y la cuchara nunca defrauda.



Después de comer acercaos, en coche, al Barranco de la Hoz, remataréis un día especial. Pero antes, tomad el desvío de Fuembellida y deteneos en la Casa del Cid que, como ya dijimos antes, está en ruinas y no puede accederse a su maravilloso patio medieval, pero desde fuera se pueden ver sus muros fortificados con almenas y el arco de la entrada principal.



 Ya en el Barranco, a diez minutos de Tierzo, si tenéis fuerzas subid al mirador y a la bajada visitad el monasterio. Yo ya no me detengo porque lo haré en otra ocasión, hacedlo vosotros y decidme en un comentario qué os ha parecido la visita. Buen viaje.


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