Narciso Yepes, el famoso guitarrista español, persona sencilla y religiosa, nunca quiso reconocer que él había sido el autor del famoso Romance Anónimo, dulce melodía con la que millones de personas intentamos aprender a tocar la guitarra, y algunos lo consiguieron. Lo guardó en silencio, en secreto, como hizo también con su presencia en el monasterio de Buenafuentedel Sistal, capital mundial del silencio. Yepes se retiraba a este rincón del Alto Tajo a componer sus obras, a preparar su gira de conciertos por medio mundo, a descansar, y por supuesto a rezar.
La ruta que hoy os propongo es una ruta ascética, pero no por ello menos hermosa. Por supuesto que a Buenafuente podemos acudir, yo diría debemos acudir, los que no sentimos la llamada intensa de la fe, pero estoy convencido de que quienes sí la sienten disfrutarán aún más de la quietud de este monasterio medieval, un lugar donde sólo se escuchan los pájaros y, en ocasiones, los cantos gregorianos.
A Buenafuente se va en coche por la N-211, carretera de
Molina de Aragón, hasta Mazarete donde se coge el desvío de la carretera de
Cobeta y Olmeda de Cobeta, y de allí al monasterio. También puede irse desde
Cifuentes, por la carretera que pasando por La Riba de Saelices nos acerca al Alto
Tajo. Ambas están bien indicadas. Los dos caminos son entretenidos y el tiempo
que se emplea es más o menos similar, una hora, con propinilla, desde
Guadalajara.
Lo bueno que tiene esta ruta de hoy es que el trayecto en
coche forma parte del espectáculo. Pinos, sabinas, castillos, vallejos, iglesias,
pequeños arroyos, miradores, oteros rocosos y esa quietud que da atravesar La
Alcarria (si vamos por Cifuentes) o la paramera molinesa (por Mazarete). El
viaje es ameno y el final sorprendente.
El monasterio de Buenafuente del Sistal tiene mil años de
historia y prácticamente sigue igual. Como el campo que le rodea. Su iglesia es como una cueva iluminada por un
milagro, donde la piedra y el agua conviven en armonía. La fuentecilla
brota a los pies de una capilla y el
chorrillo compone una música delicada,
sólo apreciable cuando se hace el silencio. Huele a humedad, a cerrado, a oscuridad y a
paz. Pocos lugares tan hermosos, tan eternos, tan espirituales, tan antiguos.
Si la iglesia está cerrada preguntad en los edificios levantados alrededor del monasterio, seguro que alguien os abre. Hace tiempo que en Buenafuente acuden numerosas personas para alejarse del mundanal ruido en soledad o en grupos organizados.
Los alrededores del cenobio no tienen nada que envidiar a la
obra del hombre. Desde la plaza, una ruta indica la ribera del Tajo, un paseo
imprescindible de algo más de media hora que lleva hasta el barranco del río.
Está bien señalizado y es cómodo. Las cárcavas del Tajo apenas dejan pasar la
luz, los riscos tienen formas caprichosas y si alguien se encuentra con ánimo,
puede seguir ruta hacia los molinos y
seguir aguas abajo por la ladera, a través de una senda que nunca parece tener
fin, pero que acaba regresando al cruce de los dos barrancos.
Durante muchos años, Narciso Yepes ofreció un concierto en
el interior del monasterio. A él acudían melómanos de medio mundo capaces de
pagar por la entrada lo que se pidiera. No había precio, eran aportaciones
personales, pero cuentan quienes vivieron de cerca esos conciertos, que gracias
a las donaciones de ese día y al empeño de la Asociación de los Amigos de
Buenafuente, el cenobio salió adelante y fue creciendo hasta convertirse en lo
que es hoy: la capital mundial del retiro y el silencio.
¿Y para comer? Por cercanía, calidad y méritos propios, en
El Chozo del Resinero en Olmeda de Cobeta, salón amplio y comida serrana
elaborada con cariño y esmero. Buenos vinos y terraza más que agradable con
vistas al monte. Esta casa ya ha pasado por estas páginas, pero no me canso de
recomendarla. Buen camino.
Y para terminar, aquí os dejo al gran Narciso Yepes interpretando el Concierto de Aranjuez, la obra del maestro Rodrigo con la que recorrió el mundo.
Y para terminar, aquí os dejo al gran Narciso Yepes interpretando el Concierto de Aranjuez, la obra del maestro Rodrigo con la que recorrió el mundo.
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