En la Alcarria se dice que las Tetas de Viana muchos las ven pero pocos las maman. Es más, Camilo J. Cela, en plan fantasma, dijo que eran las únicas tetas que se le habían resistido en su vida. Quiso subirlas en globo y se estampó en el intento. Os aseguro que alcanzar la cima no es para tanto, y no hace falta hacerlo en globo, por eso os propongo ir a “mamar” a las Tetas de Viana, subir a la punta del pecho de la Alcarria y desde allí contemplar uno de los espectáculos más hermosos y sensuales de la provincia.
Andando, desde Trillo, tardamos 2 horas y 15 minutos en coronar la única
“teta” accesible hasta la cumbre. Caminata tranquila, disfrutando del paisaje y
haciendo fotos, eso sí, más de una hora ascendiendo. Bajar supone 1 hora y 15
minutos cuesta abajo, a ritmo de descenso, ligero. No es una ruta para hacer
con cochecito, pero cualquiera puede subir. Quien prefiera las cuatro ruedas,
puede acercarse hasta Viana de Mondéjar y tomar
una pista transitable que se pone al pie de la roca, desde allí arranca la
escalera que corona la cima. Ahora bien, merece la pena pasear por el quejigar
que rodea a estas dos montañas.
Al llegar a Trillo cruzad el
puente del río y continuad con el coche la cuesta arriba, sin dejar la calle
Camino de Viana, que es continuación de la boca del puente. Subid hasta que se
termine el asfalto. Antes, un indicador os señalará la pista de motocross, eso
quiere decir que vais por buen camino. Nada más pasar las casetas de las pistas,
dejad el coche. Veréis un cartel señalizando la ruta y una serie de indicadores
que os acompañarán durante todo el camino. Es imposible perderse, está
perfectamente señalizado. Llevad calzado apropiado, agua y un par de manzanas
para recuperar fuerzas.
El comienzo de la caminata es
prometedor. Bajo nuestros pies se ve el valle del Tajo, el balneario de Carlos
III y el complejo turístico de El Colvillo. Tres reclamos únicos para una zona
en la que el agua y el bosque mediterráneo se dan la mano entre roquedales y
vallejos.
La segunda sorpresa será la Entrepeña. Nuestro camino atraviesa una enorme roca antes de emprender rumbo hacia el monte. A partir de aquí caminaremos entre quejigos, encinas, romero y algún que otro pino, bajo una espesa y agradable sombra que, ya en este tiempo, alivia el paseo. La primera hora es tranquila, cómoda, llana, salvo algún que otro ascenso de poca importancia. En la segunda, el desnivel se acentúa y hay que tomárselo con más calma. Pero que no se asuste nadie, la senda está bien marcada y trazada con sentido común.
Andamos por la Alcarria más
genuina, por una vieja ruta que transitaron pastores y comerciantes apoyados en
sus bestias, con las alforjas cargadas de miel, aceite, aguardiente o telas. De
cuando en cuando se hace un claro en el monte, es un cruce de caminos donde no
cabe la duda, hay que seguir hacia arriba, hasta que la sombra de las tetas no
nos deje ver más allá. De pronto el monte se abre y aparecen a un lado y otro
las crestas que le culminan. Ya hemos llegado.
Un indicador nos señala la
escalera de la “redonda”, la única cumbre accesible. Se trata de una escalera
metálica, protegida y segura que con apenas 25 peldaños nos acercan a la
explanada, una pradera enmarcada por rocas que se precipitan hacia el suelo. Es
el momento de disfrutar. De pasear alrededor de la cumbre y contemplar a lo
lejos la inmensidad del paisaje. En cada punto cardinal un horizonte distinto.
Las Sierras de Ayllón y Guadarrama, el Moncayo, el Alto Tajo, La Alcarria en su
grandeza. Pocos balcones se asoman al mundo con tanta belleza como las Tetas de
Viana. Junto a los otros dos vértices: Ocejón y Alto Rey, forman el triángulo
geodésico de nuestra provincia. Aprovechad, disfrutad y cuando ya el hambre os
arrecie emprended el camino de regreso.
En poco más de una hora estaréis
de nuevo en Trillo y allí os aconsejo que paréis en la cascada que se forma en
la desembocadura del río Cifuentes en el Tajo, nada más pasar el puente. Un
lugar fresco, sonoro, con una terraza abierta y cubierta, a gusto del
consumidor y de la estación del año. La cafetería restaurante se llama Víctor (Tfno. 949 815327/650644377. No tiene página web),
está recién restaurada, con gusto. Un sitio amplio, cómodo, con buena brasa y
un estupendo bacalao confitado con crema de piquillos. También hay raciones:
oreja a la cazuela y sartén de huevos, entre otras; ensaladas, asado de encargo
y un menú diario. Una buena oferta gastronómica con la mejor de las salsas:
descansar y charlar junto a la cascada del río. Un día perfecto. ¡Salud!
No voy a dejarlo más... tengo que poner fecha ya para subirlas
ResponderEliminarGracias por el post, muy interesante.
ResponderEliminarCon ganas de ver el paisaje desde allí arriba. Un saludo.