martes, 10 de junio de 2014

Cuatro viajeras, un río y un capricho

Lo prometido es deuda y a las 8,30 de la mañana he quedado con Laura, Sara, Gracia y Nati para hacer con ellas una jornada de su artístico, mediático y agradable Viaje a la Alcarria 2014. La ruta se inicia en Cívica, uno de esos rincones hermosos y poco conocidos de la provincia de Guadalajara. Terminaremos en Cifuentes 18 kilómetros y cuatro horas y media después.






 Quiso Dios que don Anselmo, cura de la zona de la Alcarria, se antojara allá pro lso años sesenta de un rincón único en el margen derecho del río Tajuña. Un paraje donde pequeños torrentes de agua juguetean con las rocas y el musgo, formando un simbólico "monasterio de piedra" muy pequeño, pero de características similares al de Zaragoza. Entre sombras, luz y agua, la piedra consigue formas deliciosas, extrañas, a caballo entre Sacromonte y las cuevas de Alí Babá.


A este capricho de la naturaleza, don Anselmo le puso algo de imaginación y con cemento, arcos y pasadizos elaboró un templo extraño, pero lleno de magia, donde la sorpresa del visitante se mezcla con la extrañeza para, impresionado, acabar sacando una fotografía del paraje. Según cuentan, allá por el siglo XV sus dueños fueron los monjes jerónimos del monasterio de Villaviciosa, que instalaron allí un caserón que aún sigue en pie. En la actualidad, un merendero y varias casas de campo conforman Cívica, una aldea que sigue sorprendiendo a todos cuantos reparan en su presencia. Antes de partir, vamos con retraso porque las viajeras deben atender a una radio de emisión nacional que las entrevista en directo, tomamos un café con leche y rosquillas en el merendero, junto al río. Un sitio que recomiendo para disfrutar de una buena barbacoa y de alguna que otra delicia casera. Está junto a la carretera, no tiene pérdida, y a media hora de Guadalajara.



Junto al merendero, el Tajuña adopta, entre los chopos, una actitud sumisa y displicente.. La carretera que comunica Brihuega con Masegoso será el único escudo artificial que libre al río del acecho de la ladera. No tenemos más remedio que r andar por el asfalto. Somos casi 30 personas arropando esta iniciativa, una comitiva peligrosa para ir por carretera.



No hay casi tráfico y en pocos minutos dejamos el asfalto y cogemos un camino que cruza el Tajuña y nos lleva a la otra orilla. El recorrido  por el que anduvieron reyes y guerreros durante siglos, camino de la villa de las cien fuentes, y que también anduvo Cela, es refrescante en verano y muy sugerente en otoño, cuando las  hojas cambian su tonalidad e iluminan el paisaje con un fogonazo.
Aguas arriba antes de que el Tajuña abandone la sierra y se adentre en la Alcarria, el hombre puso freno a su ímpetu. Entre los pueblos de Masegoso, El Sotillo, Las Inviernas y Moranchel, se levantó el embalse de La Tajera. Aprovechando unos riscos despoblados de difícil acceso, por los que transitaba el Tajuña, se construyeron varios diques y se embalsó el agua. La Tajera es uno de los pantanos más largos y menos caudalosos de Guadalajara. Parece un río ancho, inflamado por un buen año de lluvias. Se usa para el regadío y en pequeña proporción para el consumo. De cualquier forma su misión es reglar el cauce del Tajuña para aprovechar al máximo su cuenca y preparar su bajada hacia zonas más pobladas de la Alcarria y de las inmediaciones de Madrid. Hoy se ve que han abierto las compuertas y el río baja con un buen caudal.



Mientras caminamos disfrutamos de un paisaje variado y hermoso. A nuestra izquierda tenemos vegetación de ribera y fincas privilegiadas de cereal. A la derecha laderas de carrascas y quejigos. El olor a tomillo, romero y espliego y el trino de los pájaros nos acompañarán durante todo el camino. Charlamos con las viajeras, nos cuentan sus anécdotas y experiencias durante el viaje. Cómo han recibido el calor de las mujeres de Torija, hijas y nietas de aquellas que Cela vio lavando en el lavadero junto a la carretera; la grata experiencia de haber dormido en el parador en que lo hizo el Nobel; hablan y  no paran de ensalzar la generosidad de las gentes de Taracena y de Brihuega, la acogida que tienen sus perfomances, el éxito de sus “camitetas”. Se las ve felices e ilusionadas y nos contagian el optimismo mientras disfrutamos de un paisaje alfombrado de florecillas silvestres y de un vientecillo campero que refresca en una mañana que ya es de verano. En esas estábamos cuando llegamos a Valderrebollo.



Valderrebollo es un pueblo pequeño y viejo como su iglesia. A la entrada hay dos puentes, uno para un arroyo seco y mustio, y el otro para el Tajuña. Lo primero que se ve al mirar hacia los tejados es la espadaña humilde de una iglesia. Pasamos junto a ella y a una picota. La iglesia es románica, pequeña, con una espadaña de dos huecos y una campana. En su portada tiene cuatro arcadas y cuatro columnas. Un vecino nos saluda al pasar y nos enseña una maceta con matas de pepino que lleva en la mano para plantar en el huerto. El calor aprieta y no nos entretenemos mucho, de hecho decidimos no pasar por Masegoso para ganar tiempo y dirigirnos derechos a Moranchel, donde haremos un alto en el camino. En este blog ya hablamos de Masegoso y de su Museo del Pastor en una entrada anterior.




Al cruzar el pueblo de Moranchel, después de haber repuesto fuerzas en el bar, nos sorprenden en las fachadas de algunas casas unos curiosos trampantojos. Pintados en las paredes, los dibujos imitan la realidad con una destreza y una originalidad que no podemos resistirnos, paramos un momento para hacer unas fotos. El camino siempre nos descubre rincones inolvidables que convierten el viaje en aventura. Ya queda poco hasta Cifuentes, nada más subir un otero se ven los tejados y el castillo que fuera del infante don Juan Manuel. En Cifuentes nos esperan unos soportales donde refrescarnos con agua y cerveza, un pórtico espectacular y la famosa calle del Cristo de la Repolla… Pero en Cifuentes ya nos entretendremos largo y tendido  en otra ocasión, que da para mucho. Por hoy es suficiente.




Una cosa más: hasta el domingo las viajeras siguen su camino por la Alcarria, apuntaos y acompañadlas. Y si no podéis y las veis por el camino decidles vuestro apellido, hablad con ellas y contadlas historias, ellas os contarán las suyas. Buen camino.

1 comentario:

  1. He estado viendo la ruta que hicísteis de Cívica a Cifuentes, y quiero comentarte que el cura que mandó hacer las balaustradas y las cuevas de Cívica se llamaba Don Aurelio nó Don Anselmo como refieres.

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