Lo prometido es deuda y a las 8,30 de la mañana he quedado con
Laura, Sara, Gracia y Nati para hacer con ellas una jornada de su artístico,
mediático y agradable Viaje a la Alcarria 2014. La ruta se inicia en Cívica,
uno de esos rincones hermosos y poco conocidos de la provincia de Guadalajara.
Terminaremos en Cifuentes 18 kilómetros y cuatro horas y media después.
Quiso Dios que don Anselmo, cura de la zona de la Alcarria, se
antojara allá pro lso años sesenta de un rincón único en el margen derecho del
río Tajuña. Un paraje donde pequeños torrentes de agua juguetean con las rocas
y el musgo, formando un simbólico "monasterio de piedra" muy pequeño,
pero de características similares al de Zaragoza. Entre sombras, luz y agua, la
piedra consigue formas deliciosas, extrañas, a caballo entre Sacromonte y las
cuevas de Alí Babá.
A este capricho de la naturaleza, don Anselmo le puso algo de
imaginación y con cemento, arcos y pasadizos elaboró un templo extraño, pero
lleno de magia, donde la sorpresa del visitante se mezcla con la extrañeza
para, impresionado, acabar sacando una fotografía del paraje. Según cuentan,
allá por el siglo XV sus dueños fueron los monjes jerónimos del monasterio de
Villaviciosa, que instalaron allí un caserón que aún sigue en pie. En la
actualidad, un merendero y varias casas de campo conforman Cívica, una aldea
que sigue sorprendiendo a todos cuantos reparan en su presencia. Antes de
partir, vamos con retraso porque las viajeras deben atender a una radio de
emisión nacional que las entrevista en directo, tomamos un café con leche y
rosquillas en el merendero, junto al río. Un sitio que recomiendo para
disfrutar de una buena barbacoa y de alguna que otra delicia casera. Está junto
a la carretera, no tiene pérdida, y a media hora de Guadalajara.
Junto al merendero, el Tajuña adopta, entre los chopos, una
actitud sumisa y displicente.. La carretera que comunica Brihuega con Masegoso
será el único escudo artificial que libre al río del acecho de la ladera. No
tenemos más remedio que r andar por el asfalto. Somos casi 30 personas
arropando esta iniciativa, una comitiva peligrosa para ir por carretera.
No hay casi tráfico y en pocos minutos dejamos el asfalto y
cogemos un camino que cruza el Tajuña y nos lleva a la otra orilla. El
recorrido por el que anduvieron reyes y
guerreros durante siglos, camino de la villa de las cien fuentes, y que también
anduvo Cela, es refrescante en verano y muy sugerente en otoño, cuando las hojas cambian su tonalidad e iluminan el
paisaje con un fogonazo.
Aguas arriba antes de que el Tajuña abandone la sierra y se
adentre en la Alcarria, el hombre puso freno a su ímpetu. Entre los pueblos de
Masegoso, El Sotillo, Las Inviernas y Moranchel, se levantó el embalse de La
Tajera. Aprovechando unos riscos despoblados de difícil acceso, por los que
transitaba el Tajuña, se construyeron varios diques y se embalsó el agua. La
Tajera es uno de los pantanos más largos y menos caudalosos de Guadalajara.
Parece un río ancho, inflamado por un buen año de lluvias. Se usa para el
regadío y en pequeña proporción para el consumo. De cualquier forma su misión
es reglar el cauce del Tajuña para aprovechar al máximo su cuenca y preparar su
bajada hacia zonas más pobladas de la Alcarria y de las inmediaciones de Madrid.
Hoy se ve que han abierto las compuertas y el río baja con un buen caudal.
Mientras caminamos disfrutamos de un paisaje variado y hermoso. A
nuestra izquierda tenemos vegetación de ribera y fincas privilegiadas de
cereal. A la derecha laderas de carrascas y quejigos. El olor a tomillo, romero
y espliego y el trino de los pájaros nos acompañarán durante todo el camino.
Charlamos con las viajeras, nos cuentan sus anécdotas y experiencias durante el
viaje. Cómo han recibido el calor de las mujeres de Torija, hijas y nietas de
aquellas que Cela vio lavando en el lavadero junto a la carretera; la grata
experiencia de haber dormido en el parador en que lo hizo el Nobel; hablan
y no paran de ensalzar la generosidad de
las gentes de Taracena y de Brihuega, la acogida que tienen sus perfomances, el
éxito de sus “camitetas”. Se las ve felices e ilusionadas y nos contagian el
optimismo mientras disfrutamos de un paisaje alfombrado de florecillas
silvestres y de un vientecillo campero que refresca en una mañana que ya es de
verano. En esas estábamos cuando llegamos a Valderrebollo.
Valderrebollo es un pueblo pequeño y viejo como su iglesia. A la
entrada hay dos puentes, uno para un arroyo seco y mustio, y el otro para el
Tajuña. Lo primero que se ve al mirar hacia los tejados es la espadaña humilde
de una iglesia. Pasamos junto a ella y a una picota. La iglesia es románica,
pequeña, con una espadaña de dos huecos y una campana. En su portada tiene
cuatro arcadas y cuatro columnas. Un vecino nos saluda al pasar y nos enseña
una maceta con matas de pepino que lleva en la mano para plantar en el huerto.
El calor aprieta y no nos entretenemos mucho, de hecho decidimos no pasar por
Masegoso para ganar tiempo y dirigirnos derechos a Moranchel, donde haremos un
alto en el camino. En este blog ya hablamos de Masegoso y de su Museo del
Pastor en una entrada anterior.
Al cruzar el pueblo de Moranchel, después de haber repuesto
fuerzas en el bar, nos sorprenden en las fachadas de algunas casas unos
curiosos trampantojos. Pintados en las paredes, los dibujos imitan la realidad
con una destreza y una originalidad que no podemos resistirnos, paramos un
momento para hacer unas fotos. El camino siempre nos descubre rincones
inolvidables que convierten el viaje en aventura. Ya queda poco hasta
Cifuentes, nada más subir un otero se ven los tejados y el castillo que fuera
del infante don Juan Manuel. En Cifuentes nos esperan unos soportales donde
refrescarnos con agua y cerveza, un pórtico espectacular y la famosa calle del
Cristo de la Repolla… Pero en Cifuentes ya nos entretendremos largo y tendido en otra ocasión, que da para mucho. Por hoy es
suficiente.
Una cosa más: hasta el domingo las viajeras siguen su camino por
la Alcarria, apuntaos y acompañadlas. Y si no podéis y las veis por el camino
decidles vuestro apellido, hablad con ellas y contadlas historias, ellas os
contarán las suyas. Buen camino.
He estado viendo la ruta que hicísteis de Cívica a Cifuentes, y quiero comentarte que el cura que mandó hacer las balaustradas y las cuevas de Cívica se llamaba Don Aurelio nó Don Anselmo como refieres.
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