“Este río con
un nombre extraño, centroeuropeo, que brota de un golpe, mueve molinos, cría
truchas, pasa por lugares hermosos y no se estudia en las escuelas” no es otro
que el Ungría. El poeta Francisco García Marquina escribió estas palabras y lo
recorrió, unas veces a pie y otras a caballo, hace más de treinta y cinco años.
Os propongo hoy un nuevo paseo para ver qué queda en pie de aquel “Nacimiento y
mocedad del río Ungría”, un libro que fue premiado con el Premio Provincia de
Guadalajara de Narrativa en 1974. Haremos pues un viaje literario.
Lo primero que
podemos decir, a bote pronto, es que hoy el agua ya no mueve molinos ni cría
truchas, aunque el valle sigue siendo hermoso y desconocido, a pesar de estar a
escasos quince kilómetros de la capital.
La piscifactoría se cerró por la crisis del sector. Cuando la trucha se
vulgarizó y dejó de estar en los grandes restaurantes para pasar a los hospitales
y al menú del día se depreció tanto, que dejaron de cubrirse gastos. La falta
de agua no contaminada y el encarecimiento de la mano de obra hicieron el
resto. Así nos lo explicó en su día el responsable de esta pequeña “industria”
natural.
El río Ungría
nace al pie de Fuentes de la Alcarria y sigue valle abajo regando las huertas
de Valdesaz, Caspueñas, Atanzón y Valdeavellano. Durante el recorrido, si se
hace entre semana y en invierno, no es fácil encontrarse con alguien, la gente
que habita estos pueblos o está en el campo o está en sus casas o está en la
capital. Por estas tierras todo es apacible. Os aconsejo que paréis el coche en
Fuentes, os deis un paseo por sus calles, paséis bajo el arco de su muralla y
os asoméis a la vega. Fuentes de la Alcarria es un pueblo pequeño pero hermoso.
Al lugar donde
nace el río Ungría se le conoce en la zona como “el borbotón”. Es un paraje
semi-pantanoso poblado de chopos de más de veinte metros de altura, donde, de
pronto, se ve salir entre los juncos un chorro de agua de tal calibre, que a
los pocos metros los paisanos construyeron en su día un puente de piedra para
cruzar al otro lado del valle. “Esto se llama resurgencia, porque en pocos
metros tiene mucho caudal. El Ungría es un río estrecho, veloz y profundo de
ahí su nombre, que proviene con toda seguridad de la palabra umbría”, me contó
una vez Paco Marquina, ese hombre sabio, curioso y ameno, al que antes me
refería.
No siempre se
ve el nacimiento del río cuando uno va en su busca, la maleza lo esconde. Pero
si podéis os aconsejo un paseo hasta “el borbotón” en la parte baja del pueblo,
es agradable. Después tenéis dos opciones, seguir andando hasta Valdesaz, son
unos cinco kilómetros o coger el coche de nuevo y seguir ruta hasta el segundo
de nuestros pueblos donde, esta vez sí, os aconsejo ir a pie (menos de seis
kilómetros) hasta el tercero y último pueblo de esta ruta, Caspueñas. Pero
vayamos por partes.
Aguas abajo, el Ungría discurre entre quejigos, chopos y saúcos. De vez en cuando se ve el tejado de alguna casa de campo o algún chalet. El Ungría parece inofensivo, estrecho, se puede atravesar de un salto con impulso, pero ¡cuidado! de alguna manera disimula su importancia. Su cauce es hondo, de orillas verticales y alta velocidad. Aunque no lo aparente, en sus buenos tiempos lleva un caudal de 600 litros por segundo. Cuenta la historia que fue el único río que mantuvo nivel suficiente en un verano extraordinariamente seco y sirvió para aplacar la sed de la guarnición de caballería de Guadalajara, que hubo de trasladarse y acampar en sus orillas. Aunque los pueblos que cobijan al Ungría tienen poca historia, en Fuentes se libró una batalla en tiempos de la Guerra de Sucesión y Caspueñas tuvo su importancia durante las guerras carlistas, de hecho existe una medalla al sufrimiento y al valor que lleva su nombre.
Durante todo
el trayecto veremos que las aguas del río bajan turbias debido a la estrechez y
a la pendiente del cauce. El Ungría en tiempos fue cangrejero pero la peste
acabó con los crustáceos, aunque lo que más abundan son los molinos. Entre Fuentes y Atanzón hay siete molinos. Uno ha desaparecido, el de
Valdesaz, y otro está en ruinas, el de Torija, el resto se han convertido en
lujosas y envidiables casas de campo que se habitan los fines de semana y en
las vacaciones de verano. El último que molió y produjo electricidad fue el de
Atanzón que hoy pertenece a un ex-ministro. En el de Valdeavellano se instaló
la Hidroeléctrica del Ungría que construyó unas
buenas instalaciones en un edificio neoclásico anejo al molino.
Pero nosotros
hemos dicho que pararemos el coche en Valdesaz, nos daremos una vuelta por sus
calles, veremos su caudalosa fuente y si tenemos ocasión echaremos un vistazo a
su iglesia, que sufrió un grave incendio hace unos años y tuvo que ser
restaurada. Valdesaz es un pueblo fresco con muchas huertas y reconocida
afición a los toros entre sus gentes. El camino hacia Caspueñas transcurre
paralelo a la carretera y os puedo asegurar que es un paseo más que agradable.
A la vuelta de
uno de los recodos que hace el río se ve la iglesia de Caspueñas que en tiempos
daba respaldo al frontón, al bar y a los toriles. Era un edificio cultural,
piadoso y recreativo. Hoy el templo está perfectamente restaurado y tiene el
encanto de las viejas iglesias rurales del siglo XVI. Caspueñas es un pueblo
dinámico, alegre, con vida, sobre todo los fines de semana y con dos
restaurantes: Mesón Ágape y El Marañal. Os propongo un alto en el camino antes
de regresar a Valdesaz.
Ángel y Pili
en el mesón os ofrecerán una cocina tradicional y casera cien por cien, eso sí,
con una carta digna y honesta. Excelentes la sopa de ajo y los huevos “Ágape”.
El local es pequeño pero abre todos los días, aunque en pleno invierno os
recomiendo que llaméis antes.
El Restaurante
El Marañal forma parte de un pequeño hotel rural, una posada construida con
encanto, una apuesta de calidad en una zona hermosa y tranquila. Su cocina es
más elaborada, pero sus precios son muy asequibles. Cocina de autor castellana
con reminiscencias vascas. Sus responsables, activos y buenos conocedores de la
zona, preparan fines de semana temáticos donde se dan cita la gastronomía y las
actividades paralelas. Muy recomendables su ensalada de perdiz con jabugo y foi
y su atún confitado. ¡Buen provecho!
Ver mapa más grande
Pedro ha vuelto a hacer sobre este río una pieza literaria hermosa y útil, a los tantos años de la que yo inicié con buena intención y cabeza antigua (como dijo en el libro su prologuista Camilo José Cela)
ResponderEliminarGracias maestro, un abrazo
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato, pero se me ha quedado un poco corto, me gustaria que hubiera hablado del recorrido desde caspueñas hasta atanzon, que tambien tiene unas increibles vistas, aun asi, enorabuena
ResponderEliminarContinuaré, no tardando mucho, aguas abajo del río Ungría, gracias por tu interés.
ResponderEliminarPrecioso el relato, pero en la oferta gastronómica de Caspueñas creo que se olvidan del Bar Francis, que es el más antiguo y dónde también se come estupendamente. Un saludo
ResponderEliminarConozco Caspueñas gracias a mi buen amigo y mejor persona Mariano de Lucas, este como bien nacido, es agradecido y enamorado de su pueblo. Pedro, despues de leerte, le animare a Mariano para que me acompañe a hacer a pie el recorrido del Ungria. Saludos.
ResponderEliminarCaspueñas tiene otro bar que ofrecen comida casera el bar francis de toda la vida
ResponderEliminarel comentario : Al lugar donde nace el río Ungría se le conoce en la zona como “el borbotón”, no es cierto , el rio ungria nace en una zona cercana que se llama la dehesa que es donde esta el puente de piedra que cruza el rio.
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